La política estadounidense respecto al conflicto en Ucrania ha dado un giro crucial este domingo 17 de noviembre, según reportan medios estadounidenses y fuentes oficiales. La administración de Joe Biden habría autorizado a Ucrania a utilizar misiles de largo alcance suministrados por Estados Unidos para atacar territorio ruso. Este cambio, que hasta ahora había sido rechazado por la Casa Blanca para evitar una posible escalada directa con Moscú, representa un paso que podría redefinir la trayectoria de la guerra.
Cambio estratégico
El permiso dado a Ucrania para usar cohetes ATACMS —con un alcance de hasta 306 kilómetros (190 millas)— marcaría la primera vez que EE. UU. flexibiliza los límites en el uso de sus armas en el conflicto. Esta decisión llega dos meses antes de que Donald Trump, presidente electo en las elecciones de 2024, tome posesión del cargo, un contexto que podría estar influyendo en las decisiones de la actual administración.
Reacciones y riesgos
El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, llevaba meses solicitando este tipo de armamento, argumentando que fortalecería la posición defensiva y negociadora de Ucrania. Sin embargo, expertos en política internacional advierten que la autorización podría derivar en una respuesta agresiva por parte de Rusia. Moscú ha emitido reiteradas advertencias sobre las consecuencias de permitir que Ucrania use armas estadounidenses para atacar en territorio ruso, lo que podría derivar en una escalada peligrosa.
Próximos ataques
Las fuentes aseguran que Ucrania planea realizar los primeros ataques con misiles de largo alcance en los próximos días, aunque no se han divulgado detalles específicos debido a motivos de seguridad operativa. La Casa Blanca, por su parte, no ha emitido comentarios oficiales, lo que deja abierta la incertidumbre sobre cómo se desarrollará este nuevo capítulo del conflicto.
Impacto global
Analistas internacionales consideran que esta medida podría cambiar el equilibrio estratégico en la guerra, ofreciendo a Ucrania nuevas oportunidades para contrarrestar los avances rusos. Sin embargo, también se plantea la posibilidad de que la acción intensifique la polarización entre las potencias mundiales, aumentando el riesgo de una confrontación más amplia.
La evolución de este conflicto dependerá de la respuesta de Rusia y de cómo las potencias occidentales gestionen las posibles consecuencias de esta decisión histórica.