La costa del Pacífico mexicano enfrenta una nueva emergencia ambiental: al menos 91 ballenas grises han sido halladas muertas en lo que va del año, encendiendo las alarmas entre científicos, autoridades y organizaciones ambientalistas.
Los ejemplares, detectados en diferentes puntos de Baja California y Sinaloa, presentan signos de desnutrición severa, lo que refuerza las hipótesis sobre el impacto del cambio climático en sus rutas migratorias y su acceso a alimento. “Estamos viendo cuerpos extremadamente delgados, algo que no es normal. Las ballenas están muriendo de hambre”, advirtió un investigador del Programa de Mamíferos Marinos del Instituto Nacional de Ecología.
La ballena gris (Eschrichtius robustus) realiza una de las migraciones más largas del reino animal, viajando anualmente desde el Ártico hasta las lagunas mexicanas para reproducirse. Sin embargo, el calentamiento de los océanos ha alterado drásticamente la distribución de sus presas, como pequeños crustáceos, dejando a estos gigantes marinos sin suficientes nutrientes para sobrevivir el trayecto.
Además, se sospecha que fenómenos como El Niño, la contaminación plástica y el tráfico marítimo también están contribuyendo al deterioro de su salud. Expertos señalan que la situación actual podría marcar una nueva etapa de riesgo para la especie, que ya estuvo al borde de la extinción en el siglo XX.
La Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) ha iniciado investigaciones en coordinación con autoridades locales y organizaciones internacionales, pero advierte que se requiere una acción global. “Lo que sucede en nuestros mares es reflejo de un desequilibrio planetario. No podemos enfrentarlo solos”, declaró un portavoz de la dependencia.
Mientras tanto, las imágenes de ballenas encalladas, muchas con crías a su lado, se multiplican en redes sociales, recordando con crudeza que el cambio climático ya no es una amenaza futura, sino una tragedia presente.