WASHINGTON.
Jon Biden está a un paso de derrotar a Donald Trump y convertirse en el próximo presidente de Estados Unidos. Todavía no canta victoria, precavido y conocedor de que la vida da muchas vueltas y en este 2020 todo es posible, pero tanto él como su campaña saben que, cuando el recuento termine y salvo sorpresa mayúscula, ganará unas elecciones vividas entre incertidumbre y tensión.
Las elecciones de este año exigían paciencia por la enorme cantidad de voto anticipado y la lentitud en el recuento, especialmente en varios estados clave para definir al ganador de la contienda. La noche electoral había terminado sin vencedor claro, con los dos rivales con opciones de triunfo, con el país en vilo y expectante. Pero ayer, en un nuevo día, los resultados sirvieron para marcar una tendencia clara: un triunfo demócrata casi inapelable.
Era indispensable abrazar a la paciencia y la espera. Hasta entrada la tarde no cayeron los primeros resultados: Wisconsin para Biden; el segundo distrito de Maine, para Trump (un voto electoral), de acuerdo con Associated Press (AP). A media tarde, cuando la agencia puso Michigan en la columna del demócrata, el exvicepresidente podía acariciar la Casa Blanca con la yema de los dedos, al lograr, siempre según el recuento de AP, 264 votos electorales, de los 270 que necesita. Trump tiene 214.
Biden no quiso proclamarse vencedor y cometer el error de Trump en la madrugada del miércoles, cuando clamó victoria falsamente, pendientes de escrutar millones de votos. “Todos los votos deben ser contados. Nadie nos va a quitar la democracia. Ni ahora ni nunca”, dijo el demócrata, muy confiado en que, cuando el recuento termine en todo el país, va a ser coronado como el presidente número 46 de la historia de Estados Unidos.
Biden ya habla casi como presidente, específicamente en la función de sanador y unificador que él mismo se ha impuesto como “salvador del alma” del país. “Para progresar tenemos que dejar de tratar a nuestros oponentes como enemigos. No somos enemigos. Lo que nos une es mucho más importante que lo que nos separa”, dijo. Es probable que hoy, con la asignación de algún otro estado a su favor, supere la barrera de los 270 electores necesarios.
La campaña de Donald Trump, en la pataleta que se auguraba que iba a tener en caso de derrota, está lanzando su órdago a través de un ejército de abogados y el desafío a las instituciones, en un ataque a la democracia misma y a la tradición electoral estadounidense. De momento, ya ha puesto demandas judiciales en Pennsylvania, Michigan y Georgia para frenar los escrutinios y hacer que se consideren oficiales los recuentos al momento de la pausa; proceso que esperan que llegue al Tribunal Supremo y beneficiarse del desequilibrio conservador de la Alta Corte. Además han solicitado el recuento en Wisconsin, donde lo separan de su rival 0.6 puntos porcentuales, cerca de 20 mil votos.
Centenares de abogados llevan tiempo preparándose para todas las eventualidades posibles y llegó su momento de intentar por la vía judicial lo que no consiguieron en las urnas. Un plan que recuerda a lo sucedido en el año 2000 en la pelea entre George Bush y Al Gore; la estrategia ha sido catalogada por el entorno de Biden como un intento “patético” de voltear las elecciones.
Trump y su equipo viven en una realidad paralela, en un escenario del que ya se hablaba hace tiempo y se preveía imposible: que el presidente (y su entorno) propagaran victorias sin pruebas, amenazando con juicios, diseminando supuestos fraudes electorales e instaurando dudas e incertidumbre sobre el sistema, especialmente entre sus seguidores.
Trump, que sólo apareció públicamente a través de Twitter, se proclamó vencedor en Pennsylvania, Georgia, Carolina del Norte y Michigan, algo falso. Denunció aparición de “boletas mágicas” que cambiaron el signo de los resultados, sin más explicaciones, y la existencia de un complot para hacer desaparecer papeletas con su nombre y las de candidatos republicanos sin aportar ninguna prueba.
Ante la posibilidad de demandas judiciales, los demócratas afirmaron estar preparados para defenderse. Los altos cargos de los estados que todavía están haciendo recuento de votos suplicaron paciencia a cambio de dar toda la confianza de que se contarán todas y cada una de las papeletas.
Estas elecciones pasarán a la historia como unas con la mayor participación nunca vista, con registros que hay que remontarse al menos 120 años para ver algo parecido en porcentaje de participación. Biden, con más de 70 millones de votos, se convirtió en el candidato presidencial con más apoyo en la historia. Trump, que vuelve a perder el voto popular por varios millones de papeletas, sólo puede quedarse con haber movilizado casi 5 millones de personas más de las que le apoyaron en 2016.
A falta de resultados definitivos, otra vez las encuestas estuvieron en el punto de mira. Volvieron a fallar en sus estimaciones: según un análisis de Tom Wood, de la Universidad Ohio State, la media de error fue de casi 7.2 puntos.
“Es muy pronto para saber, los votos todavía se están contando. Las encuestas parecen haber acertado en el sur y el suroeste”, dijo a EL UNIVERSAL Chris Jackson, vicepresidente en la encuestadora Ipsos. “Sin embargo”, añadió, “parece que Trump sobrepasó otra vez las encuestas preelectorales en el Medio Oeste”.
EL UNIVERSAL