En un momento en que Petróleos Mexicanos (Pemex) enfrenta una de las crisis financieras más graves de su historia, un nombre resurge con fuerza como su principal respaldo: Carlos Slim. El empresario más poderoso de México no solo ha tendido la mano a la empresa estatal, sino que ha dado un paso más allá para convertirse en su socio privado más influyente.
La relación entre el magnate y Pemex ha evolucionado rápidamente en los últimos dos años. Slim, a través de su conglomerado Grupo Carso y otras filiales, ha inyectado más de 2 mil millones de dólares en proyectos clave para la petrolera mexicana, rescatándola de una situación límite marcada por una deuda cercana a los 100 mil millones de dólares, una caída persistente en la producción y crecientes dudas del mercado internacional.
Uno de los movimientos más significativos fue la inversión en el desarrollo del campo de gas Lakach, ubicado en aguas profundas del Golfo de México. En noviembre de 2024, Grupo Carso firmó un contrato por 1,200 millones de dólares con Pemex para reactivar este yacimiento, que había permanecido inactivo por falta de recursos y tecnología.
A esta apuesta se suma la participación en el campo Zama, uno de los proyectos petroleros más prometedores del país, donde se estima que podría generarse hasta el 10% de la producción nacional en los próximos años. Slim logró posicionarse estratégicamente al adquirir una participación minoritaria en el consorcio que opera el yacimiento, consolidando su influencia en las decisiones clave del sector energético.
Pero la estrategia del empresario no se limita al territorio nacional. En 2024, Grupo Carso compró la totalidad de PetroBal, empresa energética del Grupo Bal, por 530 millones de dólares. Con ello, Slim amplió su huella en exploración y producción tanto en México como en el extranjero. Paralelamente, a través de la firma Control Empresarial de Capitales, incrementó su participación en la estadounidense Talos Energy, otra jugada que fortalece su red de intereses petroleros.
Para algunos analistas, Slim se ha convertido en el “socio silencioso” del Estado mexicano, aportando capital, experiencia y capacidad operativa en un entorno donde Pemex ha perdido la confianza de los inversionistas internacionales y enfrenta crecientes presiones regulatorias y medioambientales.
“El rescate de Pemex no solo viene del gobierno federal. Slim está mostrando cómo un privado puede ser un socio estratégico en lugar de un simple contratista”, señala un analista del sector energético.
Mientras la nueva administración federal busca una política energética que combine autosuficiencia con inversión privada, Carlos Slim ha logrado lo que pocos: ser parte del corazón de Pemex sin chocar con el discurso nacionalista. Un equilibrio que pocos podrían mantener, y que podría redefinir el futuro energético de México.