Como cada año, miles de personas salieron a las calles para recordar a los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, en una manifestación pacífica que, sin embargo, se vio empañada por la irrupción del llamado bloque negro. Este grupo de encapuchados, conocido por su violencia y tácticas destructivas, desató el caos a su paso, generando destrozos en comercios, hoteles y otros negocios del centro de la Ciudad de México.
Los blancos principales de su ataque fueron franquicias internacionales, sucursales bancarias y cadenas hoteleras, contra las cuales, a pesar de las medidas preventivas como la colocación de vallas metálicas y el tapiado de exhibidores, poco se pudo hacer. Armados con hachas y otros objetos contundentes, los integrantes del bloque negro rompieron cristales de dos sucursales de una cadena internacional de cafeterías, destrozaron mobiliario en un local de pizzas y atacaron los lobbys de hoteles reconocidos como Fiesta Americana y Marriott.
Uno de los momentos más tensos ocurrió en un restaurante sobre la calle 5 de mayo, donde los empleados decidieron resguardarse frente a las cortinas del establecimiento en un intento por protegerlo de los actos vandálicos. Pese a sus esfuerzos, los encapuchados lograron romper las cámaras de vigilancia del lugar.
Testigos y empleados de los comercios afectados relataron que esta manifestación fue notablemente más violenta que en ocasiones anteriores, una escalada que ha generado preocupación y demandas de mayor presencia de autoridades. Sin embargo, en esta ocasión, la ausencia de cuerpos de seguridad permitió que los destrozos se llevaran a cabo sin contención alguna.
Aunque la marcha conmemorativa se llevó a cabo pacíficamente en su mayoría, los actos del bloque negro volvieron a desviar la atención del verdadero objetivo de la manifestación: la exigencia de justicia para los 43 estudiantes desaparecidos.