El emblemático proyecto del Tren Maya, impulsado por el presidente Andrés Manuel López Obrador como motor para el desarrollo y el turismo en el sureste mexicano, enfrenta una dura realidad en su primera temporada operativa. A pesar de la millonaria inversión de 27.500 millones de euros y su ambiciosa promesa de revitalizar la península de Yucatán, el tren ha tenido un inicio decepcionante en términos de afluencia de turistas internacionales, poniendo en entredicho sus objetivos originales.
Una demanda que no despega
Desde su inauguración en diciembre de 2023, el Tren Maya registra apenas 1.200 usuarios diarios, en su mayoría locales y turistas nacionales. De los más de 60.000 billetes vendidos hasta ahora, solo 3.900 han sido adquiridos por visitantes internacionales, un número que contrasta con las expectativas iniciales de convertirlo en un ícono del turismo global en la región.
Aunque conecta puntos turísticos clave como Cancún, Tulum y Mérida en un recorrido de 1.500 kilómetros, el proyecto no ha logrado captar la atención de los viajeros extranjeros. Solo una quinta parte de los pasajeros ha utilizado los recorridos de larga distancia, diseñados para impulsar el turismo en toda la península.
Polémica y sobrecostes
El Tren Maya no solo enfrenta desafíos de afluencia, sino también una fuerte crítica por su impacto ambiental y los constantes aumentos en el presupuesto. Originalmente planeado como un proyecto más austero, los costes se dispararon debido a las complejidades del terreno, que requirieron infraestructuras como puentes y pasos elevados para proteger la red de cuevas y cenotes.
Además, organizaciones ambientales han denunciado la afectación de la selva de Calakmul, uno de los ecosistemas más ricos de la región. Estos problemas han generado un debate sobre si los beneficios económicos del tren justifican sus elevados costos sociales y ecológicos.
La participación internacional: una oportunidad de negocio
Empresas internacionales, incluidas varias españolas como Renfe, Acciona y FCC, han jugado un papel destacado en el desarrollo del proyecto. Renfe, por ejemplo, ha liderado la capacitación de maquinistas y controladores de tráfico, apostando a largo plazo por un sistema ferroviario eficiente. Sin embargo, el éxito de estas colaboraciones dependerá en gran medida de que el Tren Maya logre cumplir sus metas operativas y económicas.
Un futuro incierto
Con el objetivo de transportar a 22.000 pasajeros diarios una vez que opere a plena capacidad, el Tren Maya necesita superar numerosos retos para justificar su monumental inversión. La Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio y Turismo de México ha señalado que la falta de interés por parte de turistas internacionales refleja una estrategia de promoción deficiente y una sobreestimación de la demanda.
A pesar de ello, López Obrador se ha comprometido a completar los tramos pendientes antes del final de su mandato, como la conexión entre Bacalar y Escárcega, así como Cancún con Tulum. Estos avances podrían mejorar la percepción del proyecto, pero el tiempo para cumplir sus ambiciosos objetivos se agota.
¿Éxito a largo plazo o una inversión fallida?
El debut del Tren Maya ha sido menos que prometedor, con números que no respaldan las expectativas iniciales. Si bien el proyecto aún tiene tiempo para corregir el rumbo, los resultados iniciales plantean serias dudas sobre su viabilidad económica y su capacidad de transformar el turismo en la región.
El Tren Maya no solo simboliza una inversión gigantesca, sino también un experimento político y económico que enfrenta un escrutinio creciente. Su futuro dependerá de lograr atraer al turismo internacional y demostrar que puede ser más que un costoso tren que atraviesa una de las zonas más biodiversas de México.