Yuriria Sierra Nudo gordiano
EXCELSIOR
“Y mi hija está muerta y no sé qué hacer, no sé qué hacer, estoy molesto porque me equivoqué, creí en la Fiscalía…”, palabras de Mario Escobar expresadas hace justamente un año. Después de varios días de búsqueda, de cateos y de promesas de las autoridades, finalmente el cuerpo de Debanhi fue encontrado dentro de una cisterna que, en teoría, ya había sido revisada. Los gritos, el enojo, la impotencia del padre de la joven ocuparon espacios en la prensa nacional e internacional. La fotografía de la joven a media carretera y de madrugada llevaba varios días dando la vuelta en las redes, en todas las plataformas de comunicación hablábamos de su desaparición e intentábamos atar cabos para encontrar alguna respuesta que sirviera para dar con su paradero. Fueron casi dos semanas de búsqueda y el resultado no fue distinto a la mayoría. Éste es el país en el que vivimos, donde las mujeres estamos expuestas, donde además se nos culpa, donde primero se cuestiona nuestro entorno y personalidad antes de salir para dar con los responsables de un crimen.
21 de abril, otra vez, esta tarde una caravana irá al hotel Nueva Castilla, porque 12 meses después seguimos sin saber quién mató a Debanhi y por qué. Entre tanto, a la par de esta espera por respuestas, hemos nombrado a decenas de mujeres, cuyas vidas fueron truncadas por la violencia feminicida que parece elevar el ritmo y de un aparato de justicia para el que le es más sencillo responsabilizar a la víctima.
Este primer aniversario luctuoso de Debanhi se cruza con Perla Cristal, la joven que salió de casa rumbo a León, la misma por la que su familia también bloqueo calles y alzó la voz, a ella también la encontraron sin vida y no hay datos que permitan saber qué ocurrió. Detenidos, menos. Lo mismo sucedió con Bionce, la joven mexicana y radicada en Texas, Estados Unidos, que hoy es despedida por su familia. Vino a México de viaje y ya no regresó. La línea de investigación dice que posiblemente salió disparada de un vehículo en movimiento y fue abandonada.
“Desde que se llegó en 2018 se hizo una estrategia nacional de seguridad y uno de los delitos que se empezó a atender con mucha fuerza fueron los delitos contra las mujeres en general, pero uno de ellos fue el feminicidio (…) A raíz de eso empezamos a ver que efectivamente, con las detenciones, con la atención y la participación de las mujeres, revisando las carpetas de delitos, empezamos a ver cambios y aquí es cómo se va viendo que va bajando precisamente el tema de los feminicidios”, afirmó Rosa Icela Rodríguez durante la conferencia del 8 de marzo pasado.
El asunto es que si en verdad la disminución es tan significativa, no tendríamos movilizaciones para exigir que las autoridades hagan su trabajo y busquen; tampoco protestas para suplicar la no revictimización ni manifestaciones para pedir velocidad en las investigaciones. A Irinea Buendía le costó una lucha incansable lograr la reclasificación del feminicidio de su hija, Mariana Lima; también 13 años para lograr una condena que, apenas, alcanza para sentir que hay algo de justicia.
Debanhi, Perla Cristal, Bionce, Ariadna, Fernanda, Luz y tantos nombres más que seguimos anotando en la enorme lista de crímenes que no para de crecer y que no hacen que del lado institucional la atención sea distinta.