Román Revueltas Retes / Milenio
Hemos retrocedido en el tiempo: los viajes por carretera son ya tan azarosos como los trayectos que emprendía la gente en diligencia para adentrarse en los territorios del Lejano Oeste o, aquí mismo, para alcanzar, por caminos infestados de malhechores, la costa del Pacífico desde la capital del país (o, de hecho, cualquier otro punto de la geografía nacional).
Los bandidos son buena materia prima de novelas, películas de acción y series televisivas pero la experiencia directa, en la vida real, de que una camioneta conducida por sanguinarios canallas se te atraviese en la autopista es absolutamente pavorosa, por no hablar de que tu persona termine siendo parte de la siniestra estadística de mexicanos desaparecidos.
En el mejor de los casos —es un decir— te obligarán a descender de tu coche, te despojarán de todo lo que traes y te dejarán semidesnudo (imaginen ustedes la situación de encontrarse así, totalmente desamparado en el arcén de una calzada, esperando que a alguno de los viajeros que circulan raudamente por la vía le brote el impulso de detenerse para brindar ayuda).
Las más de las veces, sin embargo, la desatada crueldad de los asaltantes los llevará a descerrajarte un balazo a las primeras de cambio, aunque también podrán tenerte secuestrado durante semanas enteras —llamándole a tu familia para exigir un desorbitado rescate— o, en el caso de que sea precisamente tu familia la que haya viajado contigo, perpetrarán abusos sexuales contra tus hijas adolescentes o tu misma mujer.
¿La famosa Guardia Nacional no patrulla los caminos de México? Pues, hace unas semanas ocurrió un atraco en la autopista que conecta Aguascalientes con León, una vía de comunicación muy importante, y los delincuentes interrumpieron el tráfico en ambos sentidos durante una larguísima media hora sin que se apareciera ningún cuerpo policiaco para impedirles que se apoderaran de los autos nuevos que transportaba un remolque; hace más tiempo, conductores atascados en el Arco Norte sufrieron el asalto de pandillas armadas; cada día del Señor ocurren atracos en los que muere gente que simplemente se traslada de un lugar a otro; y, como siempre, los mexicanos más pobres son los más afectados por la calamidad de los criminales.
¿Es viable un país así?