PRIMERA PARTE
Es evidente que la conquista de México-Tenochtitlan en agosto de 1521 significó el punto medular del proceso de colonización española no solo en el actual México, sino en lo que hoy llamamos América Latina, con todo lo que eso implicó: genocidios, enfermedades y un complejo proceso de transculturación que fue permeando de manera gradual en diferentes latitudes geográficas.
En el caso de la zona mesoamericana, los principales reinos del posclásico como mexicas, mayas y purépechas fueron víctimas del embate hispano, siempre apoyado por las huestes tlaxcaltecas, las cuales tuvieron la deferencia de los invasores europeos desde el mismo momento de la caída de la capital mexica.
Logrado el capítulo militar en el valle de México, era importante para Hernán Cortés lograr una legitimidad plena en la región, habida cuenta de que su llegada a esa zona geográfica no era avalada por España debido a que había zarpado de Cuba sin la autorización del gobernador de la isla, Diego Velázquez, quien sumamente enfurecido y contrariado, había enviado una expedición exprofeso capitaneada por Pánfilo de Narváez con el objeto de hacerlo prisionero, misma que habría de fracasar rotundamente, a grado tal de que esa expedición punitiva (versión etapa de conquista), habría de adherirse al propio Cortés.
Ya consolidada la presencia en la zona y sin la presión de Velázquez, Cortés estableció contacto con la corona española, la cual le concedió el título de Gobernador Real y Capitán General entre 1521-1526 —no sin permanentes complicaciones—, reconociéndole el hecho de derrotar a uno de los imperios más poderosos de esa época, equiparable a grandes civilizaciones de la antigüedad como Egipto o Mesopotamia.
Tras esta etapa, se establecieron dos años de gobiernos provisionales y luego dos audiencias (Real Audiencia de la Nueva España) entre 1528 y 1535, para luego dar paso a la forma de gobierno que se prolongó casi tres siglos (1535-1821): el virreinato.
La Segunda Audiencia habría de ser presidida por el sanguinario Nuño Beltrán de Guzmán, acérrimo enemigo de Cortés y el vínculo más remoto con el Durango que hoy concebimos, puesto que tras recurrentes conflictos, Beltrán de Guzmán se propuso deslindarse de la Nueva España con el objeto de crear otro virreinato al norte de lo que hoy es nuestro país, disponiéndose a encabezar osadas expediciones hacia el noroeste, llegando a territorios del actual Durango en 1531, teniendo como base de sus exploraciones la zona purépecha, —ubicada en el actual estado de Michoacán— tras haber sometido terriblemente a los nativos luego de ordenar quemar vivo a su cazonzi (emperador) Tangaxoan II.
La incursión de Beltrán de Guzmán sería secundada más adelante por expedicionarios que contaron siempre con el apoyo de nativos que eran sojuzgados tras el implacable paso de los españoles, obligándolos a acompañarlos en su vertiginoso avance al septentrión.
CONTINUARÁ.