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    El home office podría incrementar el PIB del país

    La crisis generada por la COVID-19 ha acelerado un cambio tecnológico que bien podría impulsar la productividad en gran parte del mundo, estimulando el crecimiento incluso en economías maduras como las de Europa y Estados Unidos.

    Ya sea en las cocinas de los restaurantes, las fábricas o los centros logísticos del comercio electrónico, la pandemia ha acelerado la adopción de robots, inteligencia artificial y otras tecnologías que, en teoría, liberan a los trabajadores de tareas manuales o repetitivas para centrarse en labores de mayor valor. Al mismo tiempo, la computación en la nube y el software de videoconferencias han permitido la transición al trabajo desde casa en innumerables empresas, lo que ha reducido el tiempo invertido en desplazamientos y, se dice, está generando dividendos para las empresas.

    Una investigación publicada por el McKinsey Global Institute a fines de marzo sugiere que la combinación de estas tendencias podría aumentar el crecimiento de la productividad en Estados Unidos y Europa occidental en cerca de un punto porcentual anual en los próximos tres años, duplicando con creces la tasa prepandémica de crecimiento. (El término “productividad” es usado aquí en el sentido de productividad laboral, que es una medida de la producción por unidad de insumo laboral). Esto podría traducirse en aumentos en el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita, que irían desde mil 500 dólares en España a alrededor de tres mil 500 dólares en Estados Unidos, según los autores del estudio. “Esta aceleración en la tecnología es algo que se siente real y duradero”, asegura Jan Mischke, investigador del McKinsey Global Institute.

    Los economistas de Goldman Sachs Group también son optimistas. En un informe del pasado 25 de abril, estiman que tres canales de disrupción tecnológica (el cambio al comercio electrónico, la digitalización de los centros de trabajo y la redistribución de capital humano y de inversión a medida que las empresas no rentables se achiquen o cierren) incrementarán la productividad de Estados Unidos en al menos un dos por ciento acumulado para 2022 con respecto a la tendencia, y potencialmente hasta en un siete por ciento.

    Estas son predicciones audaces, en especial porque van en contra de lo que se ha observado históricamente. Las recuperaciones de recesiones y desastres naturales suelen ir seguidas de años de débil crecimiento de la productividad, dice Gene Kindberg-Hanlon, economista del Banco Mundial. Epidemias anteriores, como el ébola y el SARS, dejaron un impacto negativo y prolongado en el crecimiento de la productividad, en gran parte, porque deprimieron el gasto de capital, lo que significa que las empresas no invertían en equipos o tecnologías de la información que pudieran ayudar a los trabajadores a desempeñarse de manera más eficiente.

    Pues bien, parece que ocurre lo contrario durante esta pandemia. Tres cuartas partes de los casi mil 400 ejecutivos encuestados por McKinsey proyectan que la inversión en nuevas tecnologías aumentará en entre 2020 y 2024, en comparación con el 55 por ciento que aumentó el gasto entre 2014 y 2019.

    Un sondeo que hizo el gigante tecnológico suizo ABB Ltd. a más de mil 600 empresas en todo el mundo mostró que 8 de cada 10 introducirán o incrementarán el uso de la robótica y la automatización en la próxima década, y el 85 por ciento dijo que la COVID había conllevado un cambio radical para su negocio.

    En Norteamérica, las compras de robots crecieron 64 por ciento en el cuarto trimestre de 2020 respecto al año anterior, según la Asociación de Industrias de Robótica. Aún más notable: sectores como el procesamiento de alimentos, la fabricación de bienes de consumo y las ciencias biológicas registraron un mayor aumento en los pedidos para todo 2020 que las automotrices, tradicionalmente las mayores compradoras de robots.

    Por su parte, investigadores de Oxford Economics creen que su pronóstico de 2019 de que la robotización agregaría cinco billones de dólares al PIB mundial para fines de la década actual podría necesitar una revisión al alza.

    John Ha, fundador y director ejecutivo de Bear Robotics, una startup californiana fondeada por SoftBank Group Corp, dice que sus robots autónomos pueden realizar tareas como llevar comida y platos sucios entre la cocina de un restaurante y el comedor, permitiendo que los camareros humanos interactúen más con sus clientes. “Los robots liberan tiempo para que el personal realmente pueda enfocarse en la hospitalidad”, expone. Su robot Servi ya se ha implementado en los restaurantes Denny’s, en Japón, y en los locales de comida administrados por Levy Restaurants en el pabellón deportivo Toyota Center, de Houston.

    Cuando las medidas por el coronavirus obligaron a trabajar desde casa, los empleados de una dependencia gubernamental en Hong Kong tuvieron dificultades para crear los mapas y dibujos que necesitaban para el mantenimiento y la planificación de la ciudad, entonces Insight Robotics Ltd. adaptó su tecnología de análisis impulsada por inteligencia artificial (usualmente utilizada para la detección de incendios forestales) para automatizar el proceso. El personal, que solía pasar horas dibujando, ahora puede dedicar más tiempo a analizar los datos que necesita, explica Rex Sham, cofundador de Insight Robotics: “No necesitan hacer algo que los trate como robots humanos y pueden utilizar su cerebro para hacer algo más creativo y valioso”.

    En cuanto al trabajo remoto, un estudio publicado en abril por José María Barrero, del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), Nicholas Bloom, de Stanford, y Steven Davis, de la Escuela de Negocios Booth de la Universidad de Chicago concluyó que trabajar desde casa aumentará la productividad en la economía estadounidense pospandémica en un cinco por ciento, principalmente debido a la reducción de los desplazamientos. Los autores encuestaron a más de 30 mil trabajadores estadounidenses y descubrieron que una experiencia mejor a la esperada, innovaciones tecnológicas e inversiones, y los temores persistentes de contagio alentarán nuevos acuerdos laborales, aunque también señalaron que esos beneficios se reflejarán, principalmente, en personas de ingresos más altos. “Lo obvio es que habrá mucha adopción de la automatización”, dice Bloom. “Pero creo que menos obvio es que veremos un gran cambio de dirección para hacer que la conectividad remota del trabajo desde casa sea mucho más poderosa”.

    Un punto en el que existe un amplio consenso entre los economistas es que no todas las industrias o trabajadores se beneficiarán de estas tecnologías por igual, y algunos pueden salir perdiendo. El impacto diferenciado significa que la mejora de la productividad alcanzada a nivel de empresa o de industria puede no sumar en los indicadores nacionales.

    “El verdadero potencial para una revolución es trabajar desde casa”, asegura Robert Gordon, profesor de la Universidad Northwestern. Gordon, autor del libro The Rise and Fall of American Growth, expone que las tecnologías actuales como el iPhone y el Internet han sido mucho menos transformadoras que las innovaciones anteriores como la refrigeración o el agua potable en los hogares. Y se apresura a lanzar una advertencia: “Va tomar mucho tiempo para que la economía se adapte en las áreas que están siendo severamente afectadas por el trabajo desde casa, como el transporte público y los edificios de oficinas en los centros urbanos”.

    De manera similar, algunos países pueden estar más aventajados que otros. En Estados Unidos, la tasa de aumento de la productividad total de los factores (una medida que explícitamente indica los efectos de la innovación tecnológica), subió de un promedio de 0.6 por ciento entre 1990 y 1995 a casi un dos por ciento en promedio de 1996 a 2004, impulsada en buena parte por la informatización y el internet, señala Kindberg-Hanlon, del Banco Mundial. Sin embargo, el crecimiento de la productividad en Europa tuvo una tendencia a la baja en el mismo periodo por razones que incluyeron una adopción más lenta de nuevas tecnologías de la información y mercados laborales más restrictivos.

    “Si bien muchas economías avanzadas están bien posicionadas para ver mejoras en la productividad en algunos sectores, muchas economías emergentes y en desarrollo pueden tener dificultades para cosechar estos beneficios debido a la limitada cualificación, la falta de infraestructura como internet de alta velocidad y otros facilitadores de la conectividad digital y escaso acceso a la financiación”, apunta el economista.

    El optimismo sobre un aumento de la productividad podría atenuarse una vez que tengamos una comprensión más clara de la escala de los estragos económicos que dejó la pandemia, afirma John Van Reenen, director de la cátedra Ronald Coase en economía, en la London School of Economics. “Habrá algunos beneficios en la productividad. Pero… ¿serán lo suficientemente grandes como para compensar todos los costos? Todavía no lo sabemos”.

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