La primera vez que una persona se implantó un microchip debajo de la piel fue en 1998. Se trató del profesor de informática de la Universidad de Reading, Kevin Warwick. En aquel entonces, el investigador se encontraba muy lejos de imaginar que unas décadas más tarde podría pagar prácticamente cualquier cosa.
Hoy, veinticuatro años después del experimento de Warwick, un holandés de nombre Patrick Paumen causa sensación cada vez que aproxima su mano a una terminal bancaria de una tienda para realizar un pago.
“Las reacciones que recibo de los cajeros no tienen precio”, aseguró a la BBC este hombre de 37 años, quien trabaja como guardia de seguridad en los Países Bajos, pero que se considera un biohacker.
La empresa sueca DSruptive Subdermals creó en 2021 un microchip que se puede insertar debajo de la piel para que los usuarios pueden llevar sus pasaportes Covid en el brazo.
Implantes, un sistema poco común
Paumen puede pagar desde su brazo porque en 2019 le inyectaron debajo de la piel un microchip de pago.
En los últimos años, empresas, mayormente europeas como sueca DSruptive Subdermals han desarrollado esta tecnología de implantes para portar información como el pasaporte de vacunación contra el covid-19.
Al ser cuestionado si inocular este sistema es doloroso, Paumen aseguró que el procedimiento se siente como cuando alguien te pellizca la piel.
Con la llegada del sistema conocido en inglés como ‘contactless’ (sin contacto) que permite pagar una compra mediante tecnologías de identificación por radiofrecuencia incorporadas en prácticamente cualquier objeto, el uso de efectivo en países como Holanda se ha reducido drásticamente.
Walletmor es la empresa, con capital británico y polaco, que en 2021 comenzó a vender los implantes de chip para la piel.
Según muestra la compañía, el dispositivo pesa menos de un gramo y es un poco más grande que un grano de arroz. Está compuesto de un pequeño microchip y una antena recubierta de un biopolímero, similar al plástico, que es de origen natural.
El fundador y director ejecutivo de Walletmor, Wojtek Paprota, aseguró a la misma cadena británica que “el implante se puede usar para pagar una bebida en la playa de Río, un café en Nueva York, un corte de cabello en París, o en su supermercado local. Se puede usar en cualquier lugar donde se acepten pagos sin contacto”.
Uno de los microchips que se implanta en la piel presentado por la marca sueca DSruptive Subdermals en diciemre de 2021. Crédito: VIKEN KANTARCI/AFP via Getty Images
¿Cómo funciona el sistema?
El chip integrado a la piel funciona con el sistema de comunicación de campo cercano, también conocido como NFC, el cual es utilizado por teléfonos inteligentes. Se trata de una tecnología de comunicación inalámbrica, de corto alcance y alta frecuencia que permite el intercambio de datos entre dispositivos.
Otros sistemas de pago, como las tarjetas de transporte público y algunas de débito o crédito, se basan en la identificación por radiofrecuencia, llamado RFID.
Una encuesta publicada el año pasado, en la que participaron más de 4,000 personas de Reino Unido y la Unión Europea encontró que el 51% lo consideraría utilizar una tecnología implantada en la piel. Aunque el reporte aseguró que los ciudadanos veían como un problema de su implementación la invasión a la privacidad y a la seguridad.
El holandés Patrick Paumen asegura que “los implantes de chips contienen el mismo tipo de tecnología que la gente usa a diario”.
El hombre se autodenominó un “biohacker”, alguien que se implanta piezas de tecnología en su cuerpo para tratar de mejorar su rendimiento.
Hasta ahora cuenta con 32 implantes en total, incluidos chips para abrir puertas e imanes incrustados en las manos.
“La tecnología sigue evolucionando, así que sigo recolectando más. Mis implantes aumentan mi cuerpo. No me gustaría vivir sin ellos”, sostuvo.
“Siempre habrá personas que no quieran modificar su cuerpo. Deberíamos respetar eso, y ellos deberían respetarnos como biohackers”, concluyó.
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