La icónica obra Comedian, un plátano pegado a la pared con cinta adhesiva, del artista italiano Maurizio Cattelan, volvió a ser noticia al alcanzar un precio de subasta de 6.2 millones de dólares en Sotheby’s, Nueva York. El comprador fue Justin Sun, un empresario chino del mundo de las criptomonedas, quien no solo se identificó públicamente, sino que anunció que planea comerse la banana como parte de una “experiencia artística”.
“Esto no es solo una obra de arte; representa un fenómeno cultural, un puente entre los mundos del arte, los memes y la comunidad cripto”, declaró Sun. Además, aseguró que el acto de ingerir la fruta simboliza la naturaleza efímera del arte y la riqueza, honrando su lugar en la historia cultural contemporánea.
La obra, que en 2019 dividió opiniones en la feria Art Basel de Miami, se convirtió rápidamente en un fenómeno viral y en una metáfora de los excesos del mercado del arte. Aquella presentación inicial, que incluyó tres versiones vendidas por hasta 137 mil dólares cada una, desató debates sobre los límites del arte conceptual. Incluso el performance de David Datuna, quien se comió uno de los plátanos, agregó una capa de interpretación a la obra al hacerla desaparecer como parte de su acto.
El arte como provocación
Desde su aparición, Comedian ha sido interpretada como una sátira del mundo del arte y del capitalismo. Cattelan explicó que su intención no era una broma, sino un comentario sobre lo que las personas valoran en las ferias de arte, donde el negocio prima sobre la expresión creativa. “Yo podía vender un plátano como otros venden cuadros”, señaló el artista.
Para el escritor Miguel Ángel Cajigal Vera, conocido como El Barroquista, la banana es un acto transgresor: “Es un comentario potente, aunque nada sutil, sobre la riqueza, la fugacidad y lo efímero del arte”. El hecho de que la fruta se descomponga refuerza su mensaje sobre la volatilidad del dinero y el mercado.
Un fenómeno cultural más allá del arte
El éxito viral de Comedian en redes sociales transformó al plátano en un ícono pop, inspirando memes, merchandising e incluso obras derivadas, como el consolador pegado a la pared del artista Sebastian Errazuriz, vendido por 12 mil dólares. Además, la pieza llegó a estar expuesta en el Museo Guggenheim de Nueva York, consolidando su lugar en la cultura contemporánea.