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    En México, no somos tan borrachos como creemos… pero sí bebemos más

    ¿Necesita un dato random para impresionar en su próxima cena decembrina o reunión familiar? Dígale a su familiar o amigo que, aunque los mexicanos nos autoconsideramos como un “país de borrachos” realmente no los somos tanto… de hecho, somos de los que menos alcohol se consume per cápita dentro de los países de la OCDE. Pero eso sí, le hemos aumentado al consumo en los últimos años.

    El consumo de alcohol continúa siendo una de las principales causas de muerte y discapacidad en el mundo, particularmente entre la población en edad productiva. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) destacó en su informe más reciente “Salud de un vistazo 2023”, que si bien muchos países han logrado descensos en su consumo de alcohol desde 2011, México figura entre las excepciones.


    ¿En serio, el mexicano no es tan borracho?


    En el estereotipo sí, pero en los datos no tanto. Aunque veamos que en los videos de música norteña siempre hay un bar o una fiesta llena de alcohol o en los memes de los Shrekxicans, donde lo importante para el hombre es comprar el ‘cartón de caguamas’ y ponerse a beber cada semana, la realidad es otra.


    Según el informe, el consumo per cápita en nuestro país aumentó alrededor de un litro de alcohol en la última década, pasando de 4.0 a 5.1 litros. Un fenómeno que comparte con Letonia y Noruega, además de las naciones en proceso de adhesión, Bulgaria y Rumanía. Esta tendencia alcista resalta en México debido a los retos en múltiples frentes de salud pública.

    Sin embargo, bebemos muchísimo menos que en Dinamarca y España (10.4 litros por persona), Francia (10.6), e incluso, que Corea del Sur (7.7 litros) y Japón (6.6 litros). Es más, en Chile, Argentina y Estados Unidos beben más que nosotros, con 7.1, 8 y 9.5 litros, respectivamente.

    Países como Letonia y Lituania se sitúan en lo más alto de la lista con más de 12 litros de consumo per cápita en 2021, seguidos de cerca por la República Checa, Estonia y Austria, todos con cifras superiores a los 11 litros. En el extremo opuesto, naciones como Turquía, Costa Rica, Israel, China y Colombia registran menos de 5 litros por persona.

    En 2021, el consumo promedio de alcohol en la OCDE —medido en litros de alcohol puro vendidos por persona mayor de 15 años— fue de 8.6 litros, ligeramente por debajo de los 8.9 litros registrados en 2011.


    Unos beben más, pero otros sí que se emborrachan en serio


    La información sobre venta y consumo medio per cápita no ofrece, por sí sola, una imagen completa. El patrón de consumo conocido como “Episodio de exceso de alcohol” —o ‘binge drinking’— que implica ingerir en una sola ocasión 60 gramos o más de alcohol puro resulta particularmente perjudicial.

    De acuerdo con datos de la OCDE, cerca de uno de cada cinco adultos (19%) en 29 países miembros reportó haber incurrido en este tipo de consumo al menos una vez al mes, según cifras de 2019. Si bien estos datos pueden variar en cada país, es significativo que en naciones como Alemania, Luxemburgo, Reino Unido y Dinamarca, además de Rumanía, la prevalencia de ‘borrachera y cruda’ supere el 30%. En contraste, Turquía e Italia muestran índices inferiores al 3%.

    Aunque el estudio no ofrece cifras específicas para México en este apartado, la evidencia de que el consumo total ha aumentado indica la necesidad de profundizar en la investigación de los hábitos de la población mexicana y su posible inclinación hacia patrones de consumo excesivo.

    Hay países que justamente están tratando de reducir esa tendencia. La OCDE subraya la importancia de políticas de amplia cobertura y dirigidas específicamente a los bebedores excesivos. Entre las medidas recomendadas, se destaca la estrategia de las “4P” (por sus siglas en inglés, PPPP):


    Protección de menores (protecting children): Restringir y regular la promoción de bebidas alcohólicas dirigida a adolescentes y niños.


    Dos iniciativas recientes han cobrado relevancia internacional. Por un lado, el establecimiento de un precio mínimo por unidad (MUP, por sus siglas en inglés), que fija una tarifa base por debajo de la cual no se puede vender alcohol. Esta política, orientada especialmente a frenar el consumo entre bebedores crónicos, ya está en vigor en Irlanda, así como en Escocia y Gales (en el Reino Unido), y en regiones de Australia y Canadá.

    Por otro lado, la legislación sobre etiquetado de los productos alcohólicos, que en algunos países contempla advertencias sobre los riesgos de beber durante el embarazo. Irlanda ha dado un paso adicional al exigir etiquetas —como en las cajetillas de cigarros en México— con alertas de salud para la población general, incluidas referencias específicas a la relación entre alcohol y enfermedades como el cáncer y la cirrosis..


    México, con un control desigual en el alcohol


    Hasta ahora, México ha implementado iniciativas como la “Ley Seca” en determinados períodos electorales y el reforzamiento de los operativos de alcoholímetros en algunas ciudades, pero los datos demuestran que el consumo sigue en aumento. La ley se rompe con facilidad o en su caso es insuficiente.

    Por ejemplo. En la Ciudad de México, la restricción de venta de alcohol se extiende todos los días desde la medianoche y hasta las 7:00 de la mañana, y en bares, hasta máximo, 3:00 de la manaña; además, el consumo en vía pública está completamente prohibido. Sin embargo, al cruzar hacia el Estado de México es diferente. Se puede beber en vía pública —incluso, en las fiestas patronales hay varios puestos de ‘micheladas’ y azulitos’—… pero las tiendas tienen prohibido vender alcohol sólo los domingos a partir de las 17:00 horas.

    El aumento de un litro per cápita desde 2011 no solo evidencia una tendencia preocupante, sino que acentúa la necesidad de adoptar y reforzar políticas públicas. Si bien la experiencia de otros países sugiere que las restricciones y las estrategias de prevención pueden ser efectivas, el diseño de medidas debe contemplar la diversidad cultural, legal, y las particularidades del mercado mexicano.

    La ingesta excesiva de bebidas alcohólicas puede desencadenar enfermedades graves como cardiopatías, accidentes cerebrovasculares, cirrosis hepática y ciertos tipos de cáncer, además de incrementar el riesgo de lesiones relacionadas con accidentes de tránsito, violencia y problemas de salud mental.

    Estos efectos adversos se reflejan en altos costos para los sistemas de salud: se estima que en promedio los países de la OCDE destinan un 2.4% de su gasto sanitario a atender daños vinculados con el alcohol, cifra que en algunas naciones puede elevarse hasta el 4%.

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