En las cumbres alpinas del Giro de Italia, el mexicano Isaac del Toro vivió una de esas jornadas que definen una carrera, no por la victoria alcanzada, sino por la madurez demostrada en la derrota. A sus apenas 21 años, el joven pedalista cerró su participación como subcampeón de una de las tres grandes vueltas del ciclismo mundial, dejando claro que su nombre está llamado a figurar entre los mejores.
La etapa 20, una de las más esperadas por los aficionados, fue el escenario de un cruce de estrategias y tensiones. Del Toro, vestido de rosa, resistía los embates de rivales de peso como el ecuatoriano Richard Carapaz. Pero fue el británico Simon Yates quien, con un ataque calculado en el temible Colle delle Finestre, se llevó no solo la etapa, sino el liderato general.
“Pensé que Carapaz era el hombre a seguir, que él iba a responder al ataque… pero no lo hizo”, explicó Del Toro al final de la jornada, con serenidad y autocrítica poco comunes para su edad. “Intenté hablarle, colaborar, pero él me negó el relevo. Ahí se me fue el Giro”.
Más allá de la táctica, Del Toro dejó entrever una lectura profunda de lo ocurrido. No buscó excusas, no señaló culpables. Aceptó el juego cruel del ciclismo, donde las piernas no siempre bastan y las decisiones tácticas pueden marcar la diferencia entre la cima del podio y el escalón siguiente.
“Estuve muy cerca de ganar, pero no gané. En México tenemos que entender que perder también forma parte del deporte”, reflexionó. “No somos fracasados por no ganar. Aprendí mucho y voy a volver más fuerte”.
Su actitud le ha valido elogios más allá del rendimiento deportivo. Para muchos, Del Toro encarna una nueva generación de atletas mexicanos: preparados, disciplinados, conscientes del esfuerzo, pero también capaces de poner en perspectiva sus resultados. Su subcampeonato no es solo un logro individual; es una señal de que el ciclismo latinoamericano tiene presente y futuro.
Con tres semanas de altísimo nivel en las piernas, un podio en su debut en una gran vuelta y una mentalidad forjada en el esfuerzo, Isaac del Toro no solo perdió el liderato del Giro: ganó el respeto del pelotón y la admiración del mundo.