El lunes 5 de octubre de 1970, las agencias de noticias anunciaban la muerte de Janis Joplin por sobredosis de heroína, ocurrida el día anterior en el Landmark Motor Hotel en Hollywood, California.
Se extinguía la vida de la cantante de 27 años que, desafiando los convencionalismos de la época, había conquistado el mundo con sólo tres discos editados en vida.
Original y hermosa es recordada a través de sus discos y videos, donde no es posible dejar de estremecerse al escuchar la voz de un corazón abierto que no ha dejado de latir. Un corazón frágil que se fortalecía en cuanto se ponía cantar. De ahí una de sus frases más recordadas. “En el escenario hago el amor con 25 mil personas, luego me voy a casa sola”.
Nacida en Port Arthur, Texas el 19 de enero de 1943, Janis se desarrolló en un medio hostil para un espíritu rebelde que gustaba de la música negra y se burlaba de los convencionalismos. Ya en la cúspide de la fama, le preguntaron qué pensaban en su ciudad natal sobre su decisión de dedicarse a la música, a lo que la cantante respondió: “Creyeron que estaba loca. No les caía muy bien porque ya sabes cómo son en las pequeñas ciudades: te casas al acabar la prepa, tienes muchos hijos y te callas, ¿verdad? Yo no hice nada de eso. Aún no lo han entendido”.
Huyó del ambiente pueblerino para radicar en Austin, donde las cosas no mejoraron. Además de relaciones sentimentales que no fructificaban, comenzó a involucrarse en las drogas y el alcohol. Pero sus dotes como cantante y su encuentro en San Francisco con el grupo Big Brother and the Holding Company le permitieron abrirse paso.
La cantante, que se convirtió en un modelo a seguir por otras mujeres que vieron en ella la posibilidad de labrarse un camino propio en el mundo del rock, preponderantemente masculino, afirmó en una entrevista: “Toda mi vida solo quería ser una beatnik. Quería conocer a todos los pesados, drogarme, coger, pasármela bien.
Eso era todo lo que quería, excepto que sabía que tenía una buena voz y que siempre podía conseguir con ella un par de cervezas. De repente alguien me aventó en esta banda de rock and roll; me aventaron a estos músicos y el sonido venía detrás de mí, el bajo me prendía. Entonces decidí que eso era: nunca quise hacer otra cosa. ¿Sabes?, era mejor de lo que había sido con cualquier hombre”.
Tres años intensos Después de su incendiaria actuación en el Monterey Pop Festival con Big Brother & The Holding Company en 1967, grabó el mismo año su primer disco, bautizado con el nombre del grupo, el cual no tuvo gran repercusión. La explosión llegó al año siguiente con Cheap Thrills, que en un mes vendió un millón de copias.
El álbum, con dibujos del irreverente George Crumb en la portada, incluye tres versiones estrujantes de “Summertime” de George Gershwin, “Ball and Chain” de Big Mama Thorton y “Piece of my Heart” de Jerry Ragovoy y Bert Berns. También muestra su progreso como compositora en “I Need a Man to Love” y “Turtle Blues”. Tensiones internas, alimentadas por el deseo de sus agentes y la disquera por volverla una estrella, terminaron por apartarla de la banda con la que había triunfado.
Se formó entonces la Kozmic Blues Band, con la que grabó I Got Dem Ol’ Kozmic Blues Again Mama! en 1969. Con una orientación más hacia el soul, la crítica lo recibió con tibieza por alejarse un poco del rock ácido, pero el público lo convirtió en disco de oro.
Entre sus joyas figuran “Try (Just a Little Big Harder)” de Jerry Ragovoy y Chip Taylor, “To Love Somebody” de los Bee Gees y su propia composición “Kozmic Blues”, escrita en colaboración con Gabriel Mekler. La vida de la Kozmic Blues Band fue breve, por lo que el productor Steve Grossman le propuso trabajar con la Full Tilt Boogie Band. En un ambiente relajado, en septiembre de 1970 comenzaron las sesiones de grabación del que sería su cuarto álbum, pero el 4 de octubre el sueño se derrumbó cuando el cuerpo de Janis Joplin fue encontrado sin vida.
Tres meses después, la disquera capitalizaba la muerte de la cantante con la edición de Pearl, que resultó un éxito de ventas inmediato, con canciones como “Move Over”, de la propia Janis, “Cry Baby” de Jerry Ragovoy y Bert Berns y la jubilosa “Me and My Bobby McGee” de Kris Kristofferson. “Mercedes Benz”, canto a capella, grabado en la última sesión, refleja su deuda con el mundo beat. A partir de la línea inicial de una canción del poeta Michael McClure, con la colaboración de Bob Neuwirth escribió la pieza sobre una servilleta.
Tenemos la música Janis vivió una vida intensa, plena de maltratos por parte de sus parejas, aunque también hubo romances que le dejaron buen sabor de boca, como sus encuentros fugaces con Kristofferson y Leonard Cohen, quien en la canción “Chelsea Hotel No. 2” canta: “Te recuerdo claramente en el Hotel Chelsea./ Ya eras famosa, tu corazón era una leyenda./ Volviste a decirme que preferías hombres bien parecidos/ pero que por mí harías una excepción/. Y cerrando el puño por los que como nosotros/ están oprimidos por los cánones de belleza, / te arreglaste un poco y dijiste: ‘No importa, somos feos, pero tenemos la música’”. Por fortuna tenemos la música de cuatro discos oficiales, varias grabaciones en vivo, recopilaciones y muchas ediciones piratas de la cantante que le confió al crítico Nat Hentoff: “Siempre he sido una víctima de mí misma.
Tal vez no dure tanto como otras cantantes, pero creo que puedes destruir tu ahora si te preocupas por el mañana. Si me retraigo, no sirvo para nada ahora, y prefiero ser buena algunas veces que retraerme todo el tiempo. Muchos de mi generación, y más jóvenes, vemos como nuestros padres se rindieron, adquirieron compromisos y acabaron con muy pocas cosas. Si no hubiera sido por la música, probablemente habría hecho lo mismo”.
Celebremos su música y sus momentos luminosos, como recordaba Peter Albin, integrante de Big Brother and the Holding Company cuando vino a tocar a México con el grupo: “Cuando pienso en Janis siempre trato de recordar –y así sucede siempre– en los momentos divertidos y en su carcajada. Tenía una risa diferente a la de cualquiera. Eso era signo de que la estaba pasando bien. ‘Vamos al bar a pasar un buen rato’, decía y entonces surgía su inconfundible carcajada”.