SANTA TERESA LLANO GRANDE, Comala, Chis.
En los casi 960 kilómetros de esta porosa frontera, la presencia del Ejército, la Guardia Nacional así como de agentes de sanidad animal, aduanales, hacendarios y de migración es patente.
Todos limitan su atención a los ocho cruces formales, pese a que en esta línea divisoria hay otros 56 informales de vehículos y cientos de puntos ciegos. Y es precisamente por estos sitios donde mexicanos, guatemaltecos y personas de otras naciones se internan a nuestro país. Nadie los ve cuando se deslazan a pie; nadie les pide papeles.
En esta zona todos los días aterrizan avionetas en pistas clandestinas con migrantes que después son hacinados en camiones de doble fondo o tráileres para trasladarlos a Estados Unidos; también se internan a territorio mexicano reses sin registro ni control sanitario, así como cargamentos de azúcar y tambos de combustible en precarios camiones.
Muchos de esos migrantes huyen de la violencia y la pobreza en sus países. Quieren llegar a Estados Unidos a toda costa. Hasta el jueves 3 de junio, 41 mil habían solicitado refugio, según informó la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados de la Secretaría de Gobernación.
De ellos, más de 19 mil proceden de Honduras, 7 mil de Haití, 3 mil 700 de Cuba, 3 mil de El Salvador, 2 mil de Venezuela y otros tantos de Guatemala; el resto son de Nicaragua, Chile, Brasil, Colombia y otros países.
Los pueblos y ciudades cercanos a la franja fronteriza albergan a mujeres de todas las latitudes, sobre todo de Centroamérica; muchas se prostituyen en bares y cantinas; otras buscan empleo doméstico, mientras sus compañeros son explotados como jornaleros agrícolas.
A la par, cientos de miles de familias en ambos lados de la frontera México-Guatemala sobreviven en comunidades enclavadas en zonas remotas, olvidadas por el gobierno. A ellos se les confinó en una línea fronteriza que sólo es efectiva donde el río marca el límite de ambas naciones.
En la región del Suchiate y La Mesilla, Comalapa, así como en localidades como Bacantum, municipio de Mazapa de Madero, el peso se cotiza en 2.40 quetzales. Los comerciantes mexicanos tienen decenas de bodegas donde almacenan la mercancía que les venden sus pares guatemaltecos, quienes multiplican sus ganancias ante la devaluada divisa mexicana.
PROCESO.