DURANGO.-
Familias empobrecidas y con problemas de salud física y emocional es un saldo más de la alerta por meningitis micótica que padece Durango desde 2020 a causa de un hongo que entró en el líquido cefalorraquídeo de mujeres que dieron a luz en hospitales particulares.
El rostro de este brote de meningitis son madres de familia enfermas y desesperadas por no tener dinero suficiente para cubrir los gastos del hogar, padres de familia desempleados y niños y niñas que cada vez que sale de casa mamá se preguntan si regresará.
Son 39 mujeres las que sobrevivieron a la meningitis, pero ¿a qué costo?, cuestiona Esmeralda Payan Cazas, víctima del Hospital del Parque, uno de los cuatro centros médicos donde surgió la alerta que la mantiene en vilo desde hace 10 meses.
BROTE DE MENINGITIS EN DURANGO
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MENINGITIS
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“Esto que vivo no es vida, mejor me hubiera muerto”, es uno de los pensamientos que la atormentan y comparte porque dice que, si cuentas algo, no se hace realidad.
“Esto es lo que yo vivo, sin poder trabajar y ni como mamá es lo mismo”, afirma con desespero, a sus 25 años, edad en la que ha conocido a fondo su vulnerabilidad, así como su fortaleza, esa que le ayudó a drenarse ella misma unas protuberancias que le salieron en el rostro recientemente.
Aunque otras secuelas no las ha podido quitar ni con ayuda médica, como los dolores de cabeza constantes, mareos, ansiedad, pérdida de memoria, de cabello e incluso un quiste ovárico.
De acuerdo con el médico particular al que acudió hace unas semanas, el medicamento provocó un desajuste hormonal y con ello este nuevo problema.
Por ello, aunque la última punción lumbar descartó que aún tenga el hongo (de meningitis), destaca que “no se puede decir que se quitó porque vamos a estar dos años en vigilancia, además tenemos secuelas”.
SECUELAS SIN JUSTICIA
Esto ha sido como una bola de nieve, que primero se llevó su salud, luego su economía y poco a poco todo su patrimonio.
“La vivimos bien canija porque la vida no es fácil y pues nos están dejando al ‘ahí se va’”, lamenta Esme, a quien sus vecinos conocían por ser mujer emprendedora; siempre estaba activa con ventas de todo tipo, hasta que la alerta sanitaria la dejó sin poder trabajar, por las múltiples secuelas que padece.
Así que no fue por falta de empeño que no comenzara el negocio para el que le apoyaron a través de Secretaría de Bienestar Social del Estado de Durango (Sebised), porque su situación económica era insostenible.
Desde antes de la meningitis ya lidiaba con un padecimiento crónico de su esposo, pero ahora “no hay dinero para solventar” los medicamentos que casi nunca tiene el sector salud y deben comprar.
A pesar de todo esto, o es quizás justo por esto que Esme se ha convertido en una de las sobrevivientes más activas. Realiza ventas de diferentes productos o exige justicia, una que parece estar siempre en el horizonte.
“Yo he recurrido a buscar al gobernador (Esteban Villegas Villarreal) y he tenido una respuesta de que me comunique con David (Payán, coordinador de Atención Especial a Víctimas de Meningitis)”, platica molesta porque tras 10 meses de su denuncia ante la Fiscalía General del Estado, ha acudido a tres audiencias solo para escuchar como las aplazan.
En tanto que las secuelas empeoran imposibilitándola para trabajar o incluso atender a sus hijas.
“Es su estrategia, si no cambian de abogados la posponen para 15 o siete días”, sin embargo, advierte que no se va a cansar de exigir la indemnización que le permita sobrellevar su nueva vida, porque la alerta por meningitis no ha terminado.
“No nos vamos a cansar y nos vamos a unir”, manifestó la mamá de Vida, Emily, Keiry y Joshua, cuyo daño psicológico y emocional causado por esta alerta sanitaria, es otra de las secuelas que nunca va a perdonar.
“Voy al hospital y me dicen ¿amá pero si vas a regresar?”.
UNA NUEVA REALIDAD
Al igual que Esmeralda, Eréndira Jara Ángeles, contagiada de meningitis micótica en el Hospital del Parque, en agosto de 2022, sobrevive en una nueva realidad que las ha quebrado en lo personal y en lo familiar debido a crisis médicas constantes, la falta de dinero y la impotencia por la falta de justicia.
Se pregunta cuándo va a terminar realmente esta pesadilla, en la que su propio recuerdo de una Eréndira sana, de cabello largo, teñido de rubio, y con una sonrisa que incluso se notaba en sus ojos, parece un sueño desde hace 10 meses.
Aunque se hace realidad cuando la ven sus dos hijas, Rosita de 8 años y Jasive, de casi 1 año de edad. Eréndira tiene esa sonrisa para ellas y lucha, aunque por ahora le duela hasta el alma.
“Lo que ocasionaron ellos me afecta mucho, me duele el alma, porque ellos están bien en el Cereso, pueden estar encerrados, pero no están enfermos como lo dejaron a uno”, dice con una voz que confirma su anhelo de regresar al tiempo en el que estaba sana.
Pero la verdad es que hoy, entre otras cosas, vive con una válvula en su cabeza, que le colocaron en el Hospital General 450 de Durango antes de ser dada de alta parcialmente, ya que estará dos años en observación y de hecho aún debe tomar medicamentos.
Con su mano hace el recorrido de ésta. Pasa por detrás de su oreja, por su cuello, pecho y abdomen, al interior de su piel, es como si tocarlo sirviera para confirmar que esto no es un sueño. Además, muestra que ha perdido mucho cabello.
“Mi vida ya no es la misma, y no lo va a ser, voy a cumplir 38 años y le digo a mi esposo ‘siento que arruinaron mi vida’”, comparte y señala la silla de ruedas que recién dejó de usar, porque la meningitis le causó una parálisis que los médicos combatieron con terapias.
Sin embargo, hay más secuelas. Pide imaginar por unos segundos lo que sería vivir a cada instante dolores musculares, en extremidades, de cabeza, debilitamiento, ansiedad, cambios repentinos de humor, pérdida de memoria y un terror permanente a morir, como sucedió con 41 víctimas.
“Pero aquí estoy, le echo ganas por mis hijas”, recalca. Y es que en una situación así agradece que su esposo, Juan Gerardo, ya no la tenga que cuidar como a una bebé, como cuando salió del hospital.
Teme salir y no recordar debido a los efectos del medicamento en su memoria, pero así se va a vender manzanas con chile, lo que se ha vuelto el único sustento desde que Gerardo quedó desempleado. Con 10 manzanas pueden comprar la comida de un día.
También va tres días a la semana a rehabilitación con fe de que recuperará totalmente su movilidad.
Acompañada de sus hijas y esposo no se rinde, aunque la meningitis es una fuente de problemas, como la alteración de la tiroides que le confirmó un médico a causa del medicamento.
“Me cambiaron mi vida totalmente”, es una afirmación que hace constantemente y puede ser el título de varios aspectos. Por ejemplo, la crisis económica que padece la familia, desde que su esposo tuvo que hacerse cargo de los cuidados de Esme y sus hijas, sin poder trabajar.
“Yo era prácticamente otra bebé y él tuvo que dejar el trabajo”, platica.
MANZANAS SALVADORAS
En este contexto, recibieron 30 mil pesos de Sebised para emprender un negocio, pero no funcionó porque “ya estábamos económicamente mal”, así que lo invirtieron en manzanas.
Por ahora la única solución es, sin parar, buscar compradores de manzanas, porque incluso para que naciera Jasive en el Del Parque solicitaron un crédito que también hay que pagar.
“Aunque decían que la clínica es de las más económicas, para nosotros fue un gran sacrificio, aunque fuera económica de 19 mil pesos, fue con mucho sacrificio, nos endeudamos y al salir de ahí que salgo mal”, lamenta.
Y a pesar de esto, las sobrevivientes y sus familias siguen sin acceder a justicia, en cambio ven como su salud se deteriora cada vez más.
Por esto, para Eréndira la privación de la libertad de los acusados o el arraigo domiciliario dista mucho de ser equivalente a la enorme lista de daños físicos, emocionales, mentales y económicos que les ocasionaron.
“Ellos están a lo mejor mal por estar en el Cereso, pero no están enfermos como nosotras”, recalca.
Su caso es otro de los que investiga la Fiscalía General del Estado de Durango e, igual que Esme, suma tres audiencias “de trámite”. No hay justicia, sigue en espera de la necesaria indemnización.
De forma que, a pesar de su alta, Eréndira sabe que esto no se ha terminado. La falta de dinero, el dolor, las audiencias sin fin, la frustración y el miedo latente se lo recuerdan, porque como ella, Estela, una de las últimas víctimas que perdió la vida, también traía una válvula que se suponía mejoraría su salud.
“Uno sabe que todavía no está libre de esta enfermedad, aunque esté una afuera del hospital”.
Tomado de Silla Rota