La esperanza de encontrar a los suyos llevó una vez más a las madres buscadoras al horror. Esta semana, en un rancho ubicado a solo 30 minutos del centro de Reynosa, colectivos ciudadanos localizaron nuevas fosas clandestinas tras recibir denuncias anónimas, en un escenario que revela, otra vez, el rostro más crudo de la violencia y la impunidad.
Minerva González, integrante de uno de los colectivos, recibió varias llamadas telefónicas en las que le indicaron el sitio donde presuntamente fue llevada su hija, desaparecida desde inicios de marzo junto con varias personas más. El hallazgo confirmó los peores temores: restos humanos enterrados ilegalmente en lo que ya se identifica como un nuevo “campo de muerte”.
“Nosotras buscamos con nuestras manos, porque el Estado no lo hace. Aquí encontramos pedazos de verdad que nos han negado por años”, expresó Minerva, visiblemente afectada pero firme.
Los colectivos de búsqueda señalan que este tipo de hallazgos se repiten sin que existan investigaciones formales ni presencia suficiente de las autoridades. En muchos casos, acusan, son ellas mismas quienes identifican los lugares, resguardan evidencias y piden el resguardo de las escenas, ante la falta de respuesta gubernamental.
Reynosa, uno de los puntos más conflictivos del estado de Tamaulipas, sigue acumulando cifras negras de desapariciones forzadas. Organizaciones civiles estiman que en la región hay decenas de posibles puntos donde podrían existir fosas clandestinas.
En tanto, familiares de personas desaparecidas exigen a las autoridades locales y federales mayor apoyo, recursos y protocolos de búsqueda eficaces. “No es posible que seamos nosotras quienes encontremos a nuestros hijos, mientras las autoridades siguen ausentes”, denunció otro miembro del colectivo.
Mientras la Fiscalía General del Estado aún no emite un posicionamiento oficial, las madres continúan cavando entre el polvo y el silencio, guiadas solo por la fe y el amor inquebrantable por quienes siguen esperando ser encontrados.