Para un mandatario con una economía en caída libre y con la cuarta cifra más alta del mundo de muertes confirmadas por Covid-19, al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, no le va tan mal.
Se espera que en su segundo discurso sobre el estado de la unión, López Obrador destaque el martes su campaña anticorrupción y sus proyectos de obra pública, que son dos de sus principales obsesiones, aunque pocos creen que ninguna de las dos iniciativas logre gran cosa.
Sorprendentemente, sigue teniendo un 52% de apoyo a una estrategia contra el coronavirus que es poco más que control de daños, con la menor cantidad de pruebas diagnósticas posibles y casi sin rastreo de contactos ni confinamientos obligatorios. En su lugar, se centra en ampliar el número de camas en hospitales.
“Hay un manejo de la pandemia tremendamente malo”, dijo Miguel Pérez Juárez profesor, profesor de ciencias políticas del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, describiendo como una “burla” a la sociedad y a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud que el presidente casi nunca lleve cubrebocas.
La luna de miel con el presidente de “teflón” ha terminado, y los altos índices de popularidad han quedado en el pasado. Pero según un sondeo del periódico Reforma publicado el lunes, López Obrador sigue teniendo una tasa de popularidad del 56%, por debajo del pico del 78% en marzo de 2019. La encuesta, realizada en persona, tiene un margen de error de 4 puntos porcentuales.
Dado el escaso número de pruebas diagnósticas, nadie ha logrado conseguir datos más precisos de la dimensión real de la pandemia en el país, que es mucho mayor a las cifras oficiales, señaló Federico Estévez, profesor de ciencias políticas en el Instituto Tecnológico Autónomo de México.
“La gente reconoce claramente que las cosas no van bien, en la economía, en las calles”, dijo Estévez, señalando que el presidente sigue teniendo un apoyo mayoritario. “No le perjudica”.
Tampoco la estrategia antidelincuencia del gobierno está funcionando. Los homicidios se han quedado estancados en unos 3.000 mensuales en un país de casi 130 millones de personas, en torno al mismo nivel de los dos últimos años. Los cárteles de la droga siguen con sus violentas luchas por el territorio y los vuelos de cocaína y las exportaciones de píldoras de fentanilo continúan.
López Obrador confía en que su principal legado sea perseguir a políticos corruptos que robaron millones de dólares en gobiernos pasados.
En las últimas semanas, una jugosa sucesión de declaraciones y videos filtrados ha reforzado una idea extendida entre la mayoría de mexicanos desde hace tiempo, que los gobiernos anteriores estaban llenos de delincuentes, aunque no han aportado demasiado en cuando a pruebas admisibles en una corte. La mayoría de las acusaciones, incluidos videos de políticos con maletines llenos de dinero, fueron grabados por exdirectivo de la petrolera estatal que aspira a evitar la cárcel.
López Obrador “lo está usando muy bien, sí, pero si eso le va a permitir llegar al fondo, a castigar a los culpables, hasta ahorita no lo veo”, dijo José Antonio Crespo, analista político en el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) en México.
De hecho, el 58% de los encuestados por Reforma no creían que los casos de corrupción fueran a tener resultados concretos, y apenas el 28% creía que los sospechosos irían a prisión.
Pero sin nada de lo que presumir en el frente económico -el PIB cayó un 18.7% en el segundo trimestre- la campaña anticorrupción podría ser clave de la estrategia de López Obrador para las elecciones de media legislatura en 2021, en las que espera mantener su mayoría simple en el congreso y conseguir más gobernadores estatales para su partido Morena.
“Ese será el eje campaña de 2021, donde el principal tema es el pasado, no el presente”, dijo Crespo. “El pasado de corrupción de los gobiernos neoliberales que él está combatiendo, y no el presente de desempleo, pobreza, fallecimientos del virus, violencia del narcotráfico, de ese presente no hay mucho para presumir”.
El colapso económico reducirá los fondos disponibles para el gobierno el año que viene, y López Obrador podría compensar la mermada generosidad del gobierno volviéndose más nacionalista, un rumbo que ya han tomado los gobiernos populistas de Polonia y Hungría, señaló Estévez, culpando a la “élite cosmopolita” o a la interferencia extranjera.
López Obrador ya ha apuntado en esa dirección. La semana pasada acusó a ambientalistas y grupos defensores de los derechos indígenas de estar a sueldo de fundaciones extranjeras para oponerse al proyecto del “Tren Maya”, un costoso y apenas factible plan para conectar balnearios costeros, ciudades mayas y yacimientos arqueológicos en la península del Yucatán.
Como su construcción de una enorme refinería de petróleo -en un momento en el que los precios del crudo han bajado y la mayoría de los países apuesta por las energías renovables- el tren tiene poco apoyo en el país y ha indignado a algunas comunidades mayas.
Pero criticar la influencia extranjera es popular en México. Las leyes aprobadas hace poco para prohibir la venta de comida basura a menores se redactaron cuidadosamente para centrarse en compañías estadounidenses de refrescos y aperitivos, excluyendo muchas golosinas mexicanas ricas en calorías.
“Vamos derechos hacia los mensajes contra la élite cosmopolita”, dijo Estévez. “En una crisis acudes al nacionalismo, eso ha sido una tradición mexicana”.