México vive el brote de sarampión más alarmante en más de veinte años, con 2,041 casos confirmados y cinco muertes reportadas desde enero de 2024 hasta la fecha. La situación ha encendido las alertas sanitarias en todo el país, siendo el estado de Chihuahua el más afectado, al concentrar más del 90% de los contagios.
De acuerdo con datos oficiales y el seguimiento periodístico de El País, la mayoría de los casos se presentan en niños menores de cinco años y adultos jóvenes de entre 25 y 34 años, grupos en los que la cobertura de vacunación se redujo drásticamente durante y después de la pandemia por COVID-19.
El brote expone las grietas en el sistema de prevención: la cobertura de vacunación nacional cayó por debajo del 80%, cuando la Organización Panamericana de la Salud recomienda mantener al menos un 95% para evitar rebrotes. La Secretaría de Salud, en respuesta, ha aplicado más de 715,000 vacunas en lo que va del año, y lanzó campañas para reforzar el esquema de doble dosis en menores de 10 años, así como en adultos sin registro de inmunización.
“El sarampión no es una enfermedad del pasado”, advierten epidemiólogos. Sus complicaciones —como neumonía, ceguera o encefalitis— pueden ser graves o incluso mortales. Además, el virus es altamente contagioso: una sola persona infectada puede transmitirlo a hasta 18 personas no vacunadas.
La alerta no es exclusiva de México. Canadá y Estados Unidos también han reportado rebrotes, lo que refuerza la necesidad de una coordinación regional en salud pública. Mientras tanto, Chihuahua, epicentro del brote actual, enfrenta el reto urgente de contener la propagación y restablecer la confianza en la vacunación.
El llamado de las autoridades es claro: vacunar no es opcional. Es una cuestión de salud pública y de responsabilidad colectiva.