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    InicioCHIHUAHUANiños migrantes, la historia del exilio y del sueño americano

    Niños migrantes, la historia del exilio y del sueño americano

    Son las ocho de la mañana y el frío se siente en el campamento ubicado afuera de la estancia del Instituto Nacional de Migración (INM) que se incendió la noche del 27 de marzo con saldo de 40 muertos, hasta ahora.

    Los migrantes que lo ocupan se despiertan poco a poco, mientras los policías municipales dan su rondín mañanero. La llegada de los recolectores de basura es la señal para levantar las cobijas. Los últimos en pararse son los niños, quienes ayudados por sus papás se cepillan los dientes y se peinan. Unos minutos después ya todo es movimiento.

    Dos días antes, huyendo de la tragedia en la estancia del INM, muchos de ellos habían intentado cruzar hacia Estados Unidos por la puerta 36 de esta frontera. Como otras veces, corrió el rumor de que el gobierno de ese país los dejaría pasar, pero al toparse con el muro de rejas y alambre de púas regresaron al campamento.

    Ahí viven varios niños que juegan entre ellos a lo mejor que pueden hacer: trepar a un árbol y buscar el sol para mitigar el frío que aún se siente. Se han hecho amigos al recorrer juntos el país, familia con familia; se han hecho compañía y compartido lo duro que es un viaje que puede durar más de tres meses.

    Uno de esos niños es Mauricio, quien no tiene más de siete años de edad y acumula ocho meses viajando con su mamá desde su natal Venezuela. En México tiene poco más de una semana. Se entretiene con un guante de látex azul que su mamá ocupó para hacer el desayuno.


    También están los hermanos Angelina y Javier Alejandro, acompañados por Ana, quien actúa como su hermana mayor al entender sus miedos y sueños, sus esperanzas de vivir mejor. Todos son venezolanos.

    Angelina no pasa de los cinco años, es risueña, amable y no duda en regalar un abrazo a pesar de lo que ha enfrentado a su corta edad. Le gusta estar en México y su mayor temor es escuchar que viene “la Migración” porque eso implica que debe correr con todas sus fuerzas. No sabe mucho de su viaje, sólo que quiere ir a Estados Unidos.

    A sus 13 años, Ana es más consciente de la situación. La travesía desde Tapachula a Juárez duró tres meses. Ha sido detenida y tratada como adulto; ha visto cómo los agentes migratorios piden dinero para todo.

    Lo que yo sueño es llegar a Estados Unidos y tener una vida normal, estabilidad. Pienso que la gente de Migración son malos, arbitrarios, hacen mucho daño sicológico y nos maltratan, pero vale la pena todo para tener un mejor futuro, para ayudar a mi abuelita que está en Venezuela, enfermita; a mi abuelo también apoyarlo, estudiar y tener un mejor futuro que en Venezuela”, relata.

    Javier Alejandro, de 10 años, estuvo a punto de ser detenido mientras su mamá llevaba a su hermana al baño. Recuerda que fue rodeado de policías que le hicieron preguntas y no pudo moverse por el miedo. Sólo después que les contestó y su mamá llegó corriendo a su lado, lo dejaron. Su sueño es llegar a Canadá para ser actor. Le desagradan los países que tienen Migración: “No me gustan por que se tiene que correr”.

    A pesar de las malas experiencias, tiene cosas buenas que contar. “El viaje fue muy difícil, pasamos muchas cosas, la selva, varios países; aprendí nuevos idiomas, conocí comida, bastantes cosas. El viaje me gustó y no.”

    En el campamento el clima ha cambiado en menos de una hora: el frío que se sentía ahora es calor, pero eso no detiene a los niños para seguir jugando y sonreír pese a que su futuro es incierto.

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