En ciudades emblemáticas como Barcelona y Palma de Mallorca, los residentes han expresado su descontento por el impacto del turismo masivo mediante protestas que han incluido el uso simbólico de pistolas de agua contra turistas. Esta acción refleja la creciente tensión entre la industria turística y las comunidades locales afectadas por la saturación y los cambios en su calidad de vida.
En Barcelona, la manifestación partió desde los Jardinets de Gràcia y recorrió puntos estratégicos, como la Sagrada Familia, un icono turístico mundial. Los participantes denunciaron que el “monocultivo turístico” ha deteriorado la vivienda, el empleo y el ambiente urbano, provocando gentrificación y desplazamiento de vecinos. Además, se registraron acciones como pintar fachadas y precintar temporalmente hoteles, símbolos de la protesta contra la sobreexplotación turística.
En Mallorca, unas 5,000 personas se unieron para reclamar un mayor control sobre el turismo que ha elevado los precios de la vivienda y afectado la identidad cultural de la isla. Los manifestantes portaron pancartas con mensajes en defensa de la calidad de vida y el derecho a un entorno digno, reiterando la necesidad de limitar el crecimiento turístico para proteger a las comunidades locales.
El uso de pistolas de agua se ha convertido en un símbolo llamativo que, aunque controvertido, busca visibilizar el malestar sin recurrir a la violencia. Los organizadores defienden esta medida como una forma pacífica de llamar la atención sobre un modelo económico que, según ellos, debe replantearse para garantizar un equilibrio entre visitantes y habitantes.
Estas protestas forman parte de un movimiento creciente en España que cuestiona los efectos sociales, económicos y ambientales del turismo masivo, y que exige a las autoridades políticas soluciones efectivas para preservar el bienestar de sus ciudadanos y la identidad de sus ciudades.