Las calles de Los Ángeles se han convertido en el epicentro de una creciente tormenta política y social tras el despliegue de dos mil elementos de la Guardia Nacional por orden del presidente Donald Trump. La medida, justificada por la Casa Blanca como un intento de “controlar” las manifestaciones contra las redadas migratorias, ha encendido aún más los ánimos en una ciudad históricamente diversa y de mayoría migrante.
El presidente no solo defendió la militarización de la respuesta, sino que aseguró este domingo que los disturbios “fortalecen” su determinación de acelerar la deportación de inmigrantes indocumentados. “Esto no va a parar. Vamos a limpiar las ciudades, vamos a cerrar la frontera, vamos a sacar a los ilegales”, dijo en una declaración desde Washington.
Las redadas migratorias del ICE, iniciadas el pasado viernes, han dejado hasta el momento al menos 44 detenidos, según el Departamento de Seguridad Nacional (DHS). Sin embargo, organizaciones civiles aseguran que entre los detenidos hay personas con residencia legal, beneficiarios de TPS (Estatus de Protección Temporal) e incluso ciudadanos que no fueron informados de sus derechos.
Calles en llamas
Desde el viernes por la noche, miles de manifestantes han salido a las calles del centro de Los Ángeles y otras zonas como Paramount, bloqueando autopistas y quemando vehículos autónomos. Las consignas han sido claras: “¡ICE fuera de Los Ángeles!” y “¡Ningún ser humano es ilegal!”.
El sábado por la noche, 27 personas fueron arrestadas por negarse a dispersarse, según confirmó la vocera del Departamento de Policía de Los Ángeles, Norma Eisenman. En paralelo, el Departamento del Alguacil del condado informó la detención de al menos tres personas por agredir a agentes y reportó tres oficiales heridos.
Agentes federales lanzaron gases lacrimógenos y emplearon lo que denominaron “fuerza menos letal”, aunque hasta el momento no se ha especificado el tipo exacto de munición utilizada.
Una escalada con ecos militares
El secretario de Defensa, Pete Hegseth, advirtió que el Pentágono ya tiene en alerta máxima a los marines del Camp Pendleton ante la posibilidad de una intervención directa. “Tolerancia cero para quienes ataquen a agentes federales”, escribió en sus redes sociales.
El presidente ha amenazado incluso con invocar la Ley de Insurrección de 1807, aunque aclaró que “dependerá de si esto se convierte en una verdadera insurrección”.
No obstante, la legalidad de su decisión para desplegar la Guardia Nacional sin autorización del gobernador Gavin Newsom ha sido cuestionada. La ley federal establece que estas órdenes deben pasar por los mandatarios estatales, lo que aún no ha ocurrido, según la oficina del gobernador.
La respuesta política
Newsom, demócrata, pidió mantener la calma: “No le den a Donald Trump lo que quiere. Alcen la voz, pero mantengan la paz”, publicó en X (antes Twitter).
La congresista Nanette Barragán fue más allá y acusó al presidente de escalar innecesariamente un conflicto que pudo manejarse de manera local. “Esto no es ayuda, es provocación. El gobierno federal está echando gasolina al fuego”, declaró en CNN.
Rechazo internacional
Desde México, la presidenta Claudia Sheinbaum condenó las redadas y el despliegue militar. “No es con redadas ni con violencia como se va a atender el fenómeno migratorio”, dijo. Exigió diálogo y una reforma migratoria integral para resolver el conflicto bilateral.
Más que redadas
La administración Trump ha fijado un objetivo agresivo: tres mil detenciones diarias por parte del ICE. La medida forma parte de una ofensiva migratoria que también amenaza con cerrar por completo la frontera con México.
Pero las detenciones de residentes legales, los enfrentamientos violentos y las amenazas de intervención militar han colocado al país en una encrucijada.
Mientras Trump reafirma su estrategia de “tolerancia cero”, miles en las calles, tanto ciudadanos como migrantes, le responden con un grito de advertencia: “¡No nos iremos en silencio!”