Trump describió el nuevo nombre como “hermoso” y “apropiado”, sin proporcionar detalles sobre cómo llevaría a cabo esta modificación.
Poco después de sus declaraciones, la legisladora republicana Marjorie Taylor Greene anunció en la red social X que presentaría una legislación para oficializar el cambio. “El segundo mandato del presidente Trump ha tenido un gran comienzo”, escribió Greene. “¡Presentaré una legislación lo antes posible para cambiar oficialmente el nombre del Golfo de México a su nombre legítimo, el Golfo de América!”.
Sin embargo, el anuncio ha suscitado dudas sobre la viabilidad de esta propuesta, ya que el Golfo de México no solo involucra a Estados Unidos, sino también a México y Cuba.
El Golfo de México, que cubre más de 1.6 millones de kilómetros cuadrados, es una cuenca oceánica que conecta el Atlántico con el Caribe y comparte costas con México, Estados Unidos y Cuba. En México, cinco estados tienen litoral en el golfo: Tamaulipas, Veracruz, Tabasco, Campeche y Yucatán. Del lado estadounidense, los estados de Florida, Alabama, Misisipi, Luisiana y Texas también se ubican en su ribera, al igual que las provincias cubanas de Pinar del Río y Artemisa.
Históricamente, el golfo ha sido una región estratégica para la producción de petróleo en alta mar. En Estados Unidos, representa el 14% de la producción total de crudo y el 5% de la producción de gas natural seco. Para México, el golfo es esencial para su economía, ya que de sus aguas se extrae la mayor parte del petróleo del país.
El nombre “Golfo de México” aparece en mapas europeos desde el siglo 16 y ha sido utilizado consistentemente durante más de 400 años. Aunque algunos mapas históricos lo denominaron “Golfo de Nueva España”, la denominación actual ha prevalecido, reconocida por entidades internacionales como la Organización Hidrográfica Internacional (IHO).
La propuesta de Trump enfrenta serios desafíos legales y diplomáticos. Cualquier cambio en el nombre de un cuerpo de agua internacional requeriría la aprobación de México y Cuba, así como la evaluación de organismos internacionales como la IHO, la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar y el Grupo de Expertos en Nombres Geográficos de la ONU. Además, una modificación implicaría actualizar mapas oficiales, cartas náuticas y legislaciones nacionales de los países involucrados.
En México, las reacciones no se hicieron esperar. La presidenta Claudia Sheinbaum respondió con ironía: “¿Por qué no le llamamos América Mexicana (a Estados Unidos)? Se oye bonito”. Por su parte, el secretario de Economía, Marcelo Ebrard, descartó cualquier posibilidad de cambio: “Si nos viésemos dentro de 30 años, el Golfo de México se va a seguir llamando Golfo de México. Pero no nos vamos a enganchar en ese debate”.
Aunque un cambio internacional parece improbable, Trump podría impulsar una modificación unilateral en Estados Unidos. El país cuenta con la Junta de Estados Unidos para Nombres Geográficos (BGN, por sus siglas en inglés), un organismo encargado de aprobar o rechazar propuestas para renombrar lugares geográficos. Si bien esta aprobación solo tendría efectos dentro del territorio estadounidense, reflejaría la postura del gobierno federal respecto al tema.
El expresidente podría seguir precedentes como el de Barack Obama, quien en 2015 logró que el monte McKinley, en Alaska, fuera renombrado oficialmente como monte Denali, en reconocimiento a las comunidades nativas. Sin embargo, cualquier iniciativa de Trump encontraría oposición, no solo de los países vecinos, sino también de sectores internos que critican la politización de nombres geográficos.
El debate sobre el nombre del Golfo de México evoca otras discrepancias históricas en la región. El río que cruza la frontera entre Texas y México es conocido como río Grande en Estados Unidos y río Bravo en México. Estas diferencias reflejan no solo los contextos culturales y lingüísticos, sino también la complejidad de las relaciones bilaterales.
Por ahora, el Golfo de México sigue siendo el nombre reconocido a nivel internacional, y cualquier intento de cambio promete ser un proceso largo y altamente controversial.