Una escena digna de una tragicomedia universitaria terminó por estallar esta semana en la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS), luego de que una estudiante de la Facultad de Enfermería, identificada como Rosalba, fuera acusada públicamente por sus compañeros de haberse apropiado del dinero destinado a su fiesta de graduación. La cifra en disputa ronda los 200 mil pesos.
Lejos de mantenerse en silencio, la joven sorprendió a todos al responder con una frase que rápidamente se viralizó: “Sí robé, pero no me difamen”, pronunciada mientras se resguardaba en un baño del campus tras ser confrontada por sus compañeros. El video del momento, captado por los estudiantes, se propagó por redes sociales y desató una ola de reacciones entre indignación, humor y preocupación.
El origen del conflicto
Rosalba fue elegida como jefa de grupo y asumió la responsabilidad de organizar la celebración de fin de carrera. La mayoría de los alumnos entregaron cuotas que iban desde los 3 mil hasta los 5 mil pesos por persona. Sin embargo, semanas antes de la ceremonia, la organizadora desapareció de las aulas y dejó de dar respuestas claras sobre los gastos.
El 2 de junio, durante una actividad académica en la Torre Académica de la UAS, los estudiantes decidieron encararla. Al sentirse rodeada, la joven pidió auxilio al 911 y alegó estar siendo retenida contra su voluntad.
Una confesión polémica
En el video grabado por los alumnos, Rosalba no niega los hechos. “Sí robé, pero no me difamen, eso también es un delito”, afirma, sin mostrar arrepentimiento, y enfocándose en la forma en que fue expuesta públicamente. Sus palabras han sido replicadas cientos de veces en redes sociales, e incluso ya inspiran memes, remeras y hasta canciones paródicas.
Sin denuncia, sin justicia
Pese a la gravedad del caso, la fiscal general del estado, Claudia Zulema Sánchez Kondo, aclaró que no se puede iniciar una investigación sin una denuncia formal. Al tratarse de un delito que no se investiga de oficio, la Fiscalía permanece al margen mientras los afectados deciden qué hacer.
Por ahora, la graduación pende de un hilo. Los estudiantes evalúan realizar una ceremonia simbólica, sin fiesta ni brindis, mientras exigen la devolución del dinero y una resolución que, por ahora, parece lejana.