Ciudad de México.-
Tal como lo dice la famosa canción de Juan Gabriel, México está siempre en la mente de Donald Trump, aunque en un tono distinto al de la icónica melodía. En su primer día como presidente en su nuevo mandato, Trump firmó una orden ejecutiva que designa a los cárteles de la droga mexicanos como organizaciones terroristas extranjeras (FTO, por sus siglas en inglés). “No le va a gustar a México”, comentó mientras estampaba su firma frente a sus seguidores en un evento público, evidenciando que el país vecino ocupa un lugar central en su agenda política y de seguridad.
Esta polémica medida otorga a Estados Unidos amplias facultades para intervenir contra los cárteles, incluyendo operaciones con drones e incursiones militares, lo que podría vulnerar la soberanía mexicana. Especialistas advierten que estas acciones tensionan aún más la relación entre ambos países, ahora liderados por Trump y la presidenta Claudia Sheinbaum, quienes representan posturas diametralmente opuestas en términos políticos y sociales.
Fentanilo: el núcleo del conflicto
La lucha contra el tráfico de fentanilo es uno de los principales argumentos de la administración Trump para justificar la medida. Con 70,000 muertes en Estados Unidos relacionadas con este opioide sintético en 2023, el presidente republicano busca cortar de raíz el flujo de drogas que atraviesan la frontera. Mientras tanto, Sheinbaum ha sostenido que el combate al narcotráfico debe incluir un enfoque social, priorizando la atención a la desigualdad y el desmantelamiento de las estructuras criminales.
En este contexto, las autoridades mexicanas, lideradas por Omar García Harfuch en la Secretaría de Seguridad, han reportado avances significativos, como la captura de líderes criminales en Sinaloa y el decomiso de una tonelada de fentanilo, el mayor alijo asegurado en el país. Sin embargo, los especialistas coinciden en que estos esfuerzos no bastarán para cumplir con las expectativas de Washington.
Militarización e implicaciones bilaterales
La orden ejecutiva de Trump también abre la puerta a lo que algunos analistas llaman una “invasión suave”. Según el académico Carlos Pérez-Ricart, esto implicará un mayor uso de inteligencia estadounidense en México y podría derivar en operativos unilaterales contra los cárteles, rompiendo décadas de cooperación bilateral. “Es una herramienta que, si bien puede ser útil en algunos aspectos, también puede generar dinámicas violentas en México al priorizar el control de drogas sobre la reducción de la violencia”, señaló Pérez-Ricart.
Por otro lado, el escritor Oswaldo Zavala considera que esta medida refuerza el enfoque militarista que ha prevalecido en la relación México-Estados Unidos en temas de narcotráfico y migración. “Se mezclan conceptos como narcotráfico, terrorismo e inmigración para justificar políticas que vulneran la soberanía mexicana y perpetúan el uso de la fuerza”, advirtió.
Reacciones en México
En México, las declaraciones de Trump han generado un rechazo unánime. La presidenta Sheinbaum ha reiterado que su gobierno no aceptará ningún tipo de subordinación ni intervención extranjera. Incluso partidos de oposición, como el conservador PAN, han cerrado filas en contra de lo que consideran un “intervencionismo extranjero inaceptable”.
Sin embargo, figuras como el diputado Gildardo Pérez, de Movimiento Ciudadano, han señalado que las amenazas de Trump encuentran eco debido al debilitamiento de las instituciones mexicanas, situación que, dice, es responsabilidad de gobiernos pasados y actuales.
Un futuro incierto
Mientras Trump busca redefinir la relación con México desde una postura de fuerza, el gobierno mexicano enfrenta el reto de equilibrar la cooperación en seguridad sin ceder a presiones que comprometan su soberanía. Con un conflicto latente y un enfoque divergente entre ambos países, México sigue en la mente de Trump, pero el costo de esa atención podría ser alto para la relación bilateral y la estabilidad regional.