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    De tigres y soñadores a jefes de jefes

    La pobreza y el sueño de salir adelante, desde que tenían siete años de edad, hizo que los integrantes de Los Tigres del Norte sacaran la garra para conseguir un trabajo que pudiera ayudar a sus padres, y desde entonces no han parado.

    Sin la oportunidad de disfrutar una niñez, o de tener en sus manos algún juguete, los entonces “cachorros” recuerdan que sólo sabían que, saliendo de la escuela, su deber familiar era ir al pueblo a trabajar, como muchos niños en México.

    “Empecé a cantar bien chiquito, como a los siete u ocho años, como que no tuvimos una niñez normal, no fue de vas a la escuela y después juegas con tus juguetes y tus amiguitos, no era así”, comenta a EL UNIVERSAL Hernán Hernández.

    La precaria situación económica de la familia obligaba a todos a contribuir; les tocó crecer en un “ranchito”, describen, que estaba ubicado en Rosa Morada, sindicatura del municipio de Mocorito, estado de Sinaloa, México.

    En 1968, Jorge, el mayor de la familia Hernández, junto a sus hermanos Raúl, Hernán y a su primo Óscar formaron un grupo musical, en ese entonces Jorge sólo tenía 14 años.  

    No pretendían ser reconocidos ni cruzó por su mente saltar a la fama, simplemente era trabajo para ir saliendo al día, recuerda Jorge.

    “Éramos unos Tigres soñadores, unos niños, y nunca pensamos en llegar hasta acá, todo lo que hacíamos era un trabajo, nuestra misión nada más era conseguir dinero para nuestros padres, para nuestra familia, creo que nunca se pensó en ‘vamos a ser esto’, o ‘queremos ser los grandes artistas’, eso en nuestra niñez era algo diferente a lo que vivimos ahora después de tantos años”, señala Jorge.

    El conocido como “Tigre mayor” no recuerda alguna travesura que hayan hecho de pequeños, pero sí tiene muy marcado que sólo deseaban ir de pueblo en pueblo para cantarles alguna canción a las personas y con ello conseguir dinero.

    “Las locuras más grandes que yo me acuerdo era que de repente queríamos ir a un pueblo y soñar y que hubiera alguien que nos mandara a cantar canciones y nos pagara, porque así lo hacíamos por cada canción, pensábamos ‘si vamos aquí, ¿habrá gente que nos pida una canción?, pero no lo hacíamos porque quisiéramos ser grandes artistas, era sólo nuestro trabajo, esos son los recuerdos que yo tengo”, ahonda.

    CERO COCHECITOS, PELOTAS, MUÑEQUITOS

    Ni juguetes ni amigos tenían, quizá porque esa no era una necesidad primordial para que su familia saliera adelante, además ni siquiera existían los juguetes de ahora, ni tiendas para adquirirlos, las ferias de los pueblos eran los lugares en donde podían encontrar los niños pudientes algo, explica Hernán.

    “Como nacimos en un ranchito que era bien chiquitito, ahí era muy raro que un niño tuviera un juguete, sólo los que tenían solvencia para vivir, y normalmente eso se hacía cuando había una fiesta en el pueblo, que llegaban los carros que vendían juguetes y te decían ‘te voy a comprar un juguetito’, pero en realidad creo que ninguno de nosotros, a excepción de Luis (el más joven de los integrantes) que tuvo amiguitos como vecinos”, comparte.

    Pero eso no significó que no pudieran divertirse de alguna manera, sólo que era diferente, la creciente de un arroyo, por ejemplo, era algo que disfrutaban.

    “…Y no teníamos cosas, lo que nos divertía era cuando había carreras de caballos en el rancho, que nos ponían ahí detrás para verlos corriendo o como cuando llovía mucho y que ya venía el arroyo que traía mucha agua y que nos dejaban que nos bañáramos, cosas de esas”, recalca Hernán.

    Gracias a esas vivencias, y sobre todo la unión como familia, replica Jorge, además del trabajo incesante, es lo hizo que Los Tigres del Norte sean lo que son ahora, con ventas que ascienden los 60 millones de copias y la única agrupación mexicana que ha logrado seis premios Grammy y 12 Grammy latino.

    Ahora los tiempos han cambiado y aquellos “Cachorros” se convirtieron en unos “Tigres” que han hecho que sus hijos y nietos vivan y disfruten lo que ellos no pudieron tener de niños.

    “Ahora los que se aprovechan son los nietos (risas) porque a esos sí los hacemos que jueguen como debe ser, pero sí, en realidad nosotros tuvimos una niñez de adulto, yo a Jorge nunca me acuerdo haberlo visto jugar, nada más futbol… fuimos unos niños adultos todos… Luis pudo tener una niñez mejor que nosotros”, exclama Hernán.

    “Sólo un poquito (risas)”, replica Luis.

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