Siguiendo esta analogía, el tratamiento recetado por los bancos centrales hasta hoy ha sido muy fuerte, y apenas podría estar mostrando resultados. En México, sólo como ejemplo, durante la primera quincena de febrero la inflación subyacente continúa ejerciendo presión, pero la no subyacente parece mostrar signos de mejoría.
Recordemos que, en marzo del año pasado, la Fed comenzó un ciclo alcista de tasas de interés para hacerle frente a este virus llamado inflación. Desde enero del 2022 a la fecha, se llevaron a cabo ocho incrementos en la tasa de referencia, siendo la última decisión de 25 puntos base. Una velocidad que no se veía en los últimos 40 años en Estados Unidos.
La mejor manera para no enfermarse es con la prevención. Por ello, el Banco de México prefirió anticiparse a la Fed y comenzar su ciclo alcista desde mediados del 2021. Desde entonces, Banxico ha realizado 14 incrementos en su tasa. En otras palabras, comenzó la prevención antes de la llegada del virus.
Gracias a esta prevención se presentaron escenarios poco vistos a lo largo de la historia, como el periodo comprendido entre enero y julio de 2022 cuando la inflación de los Estados Unidos superó a la mexicana. La razón de esto fue justamente el rápido accionar del Banco de México y que por el lado de Estados Unidos, su banco central se quedó cruzado de brazos, observando el incendio que ya se escapaba de sus manos, esperando que fuera “transitorio”.
Continuando con el tratamiento, la última decisión de política monetaria por parte del Banco de México de incrementar 50 puntos base la tasa de referencia fue una medida agresiva, pero necesaria contra la inflación en México, que ahora resulta ser más elevada que en los Estados Unidos. La inflación anual general de la primera quincena de febrero fue de 7.76%, mientras que el país vecino presentó una inflación anual de 6.4 por ciento.
El diagnóstico ha sido vital para superar a esta enfermedad, y es un hecho que las presiones ejercidas por la inflación subyacente han detenido el proceso de curación de la economía. La inflación subyacente para la primera quincena de febrero fue del 8.38% a tasa anual, mientras que la inflación no subyacente tuvo un incremento del 5.93% a tasa anual.
Los resultados para la primera quincena de febrero son contundentes. De acuerdo con el Inegi, los alimentos, bebidas y tabaco fueron el ramo con mayor incremento en sus precios con una variación del 13.86% anual en la primera quincena de febrero. Vale la pena mencionar que estos productos pertenecen a la clasificación de la inflación subyacente.
Dentro del reporte de Inegi, se consideró también a la inflación no subyacente. Los principales productos con una variación considerable en su precio son el huevo con un incremento quincenal del 6.20% y los plátanos con una variación quincenal del 3.58 por ciento. Por otro lado, dentro de esta misma subcategoría, los productos que tuvieron una disminución notable en sus precios fueron las verduras como el jitomate con una variación quincenal de menos 15.78% y el chile serrano, con una reducción en sus precios del 14.12% quincenal.
Otro factor que no podemos olvidar por su incidencia en la inflación es el conflicto entre Rusia y Ucrania. Al principio de la guerra, los precios de los energéticos como el petróleo y el gas se dispararon de la misma manera que los precios de granos como el trigo, el maíz y la soya. No obstante, los precios de estos productos se normalizaron para finales del 2022 e incluso actualmente se encuentran por debajo de niveles mostrados previo a la guerra.
Precisamente son estos productos —los agropecuarios y los energéticos— los que componen la inflación no subyacente. Es por esto que se ha observado una reducción en este componente de la inflación, lo que podría significar un diagnóstico positivo para la economía nacional. Pero mientras tanto, la inflación general en México y en el mundo, no se va, no se va.