San José. – Detrás del inusual nombre del colombiano Michael Corleone Sepúlveda Blanco no hay ninguna famosa película de la familia ítalo—estadounidense Corleone y su historia sobre la mafia en Estados Unidos e Italia y sus andanzas criminales en Nueva York, Miami, Las Vegas, La Habana o Sicilia.
Sepúlveda Blanco es hijo de la colombiana Ana Griselda Blanco Restrepo, personaje emblemático del narcotráfico en Estados Unidos y Colombia en las décadas de 1970 y 1980 que pasó a la historia con un listado de alias: La reina de la coca, La viuda negra, La madrina de la cocaína, La madrina y La patrona.
Aunque el contrabando de marihuana, cocaína, heroína y demás sustancias ilícitas de México, Colombia, Bolivia, Jamaica y otros países de América Latina y el Caribe a EU se remonta por lo menos a la primera mitad del siglo XX con figuras de ambos sexos, la temida colombiana se convirtió en pionera como una de las mujeres más representativas del narcotráfico en los últimos 50 años de agravamiento de la crisis mundial por las drogas.
En la temible trama del crimen organizado de los estupefacientes, el “lavado” de dinero y otras modalidades afines y paralelas de la narcoactividad, Blanco se colocó en una posición de igual a igual con algunos de los más famosos capos, como el colombiano Pablo Escobar Gaviria (1949—1993), jefe del Cártel de Medellín al que enseñó los secretos del negocio.
Excéntrica e implacable, ella abrió el camino a otras mujeres en el narcotráfico.
“La creación de un cártel o grupo criminal liderado por una mujer es muy atípica. No ocurre todos los días. La mayoría de líderes de grupos criminales son masculinos”, afirmó el abogado y criminólogo costarricense Andrés Muñoz, ex presidente del Colegio de Criminólogos de Costa Rica y analista del Organismo de Investigación Judicial, cuerpo policial del Poder Judicial de este país.
Si hay una jefa mafiosa, “entra el sentimiento o el consenso de protección hacia esa abeja de parte de los zánganos. Eso lo tenemos corroborado y entendido así desde hace mucho tiempo en las teorías sicológicos, sociológicas y criminológicas”, dijo Muñoz a EL UNIVERSAL.
Al precisar que “a nivel social y mundial, el índice de participación es más numeroso en hombres que en mujeres”, relató que “cuando alguna se logra empoderar en una actividad significativa de delincuencia, notamos que conforma un equipo de trabajo de fidelidad que podría ser familiar o por algún lazo de relación sentimental”.
Según el criminólogo, aunque “la matriarca” de la red “no tenga intención” de relacionarse sentimentalmente con un colaborador, “siempre hemos sabido que en la competitividad masculina se escalan posiciones si se consigue ser el preferido de la lideresa”, en una situación que persiste “en una selección espontánea social”.
Astuta
Nacida el 14 de febrero de 1943 en el norteño y caribeño balneario colombiano de Cartagena de Indias y asesinada el 3 de septiembre de 2012 en Medellín, capital del noroccidental departamento (estado) de Antioquia, Blanco ganó notoriedad criminal precisamente por un producto blanco: la cocaína.
Al insertarse en la década de 1970 en el tráfico de cocaína de Colombia a EU, Blanco abrió las rutas marítimas y aéreas desde suelo colombiano a Miami, ciudad clave del sur de territorio estadounidense en la que la colombiana se instaló para edificar su emporio mafioso.
Blanco insertó a Escobar y al resto de capos del Cártel de Medellín en el próspero negocio en el segundo lustro del decenio de 1970 y, con intensidad, a lo largo de la década de 1980 con el control en el sur de Florida de gran parte del gigantesco negocio en EU como principal mercado de consumo del alcaloide.
La mujer construyó en su entorno una imagen de implacable por la que se ganó uno de sus alias más reveladores de su personalidad: La viuda negra.
Tras huir aproximadamente en 1961 de su hogar, casó con un colombiano de apellido Trujillo, identificado por unas fuentes como Carlos y por otras como José y supuesto falsificador de documentos. La pareja procreó a Dixon, Uber y Osvaldo, pero la unión se disolvió cuando Blanco advirtió a Trujillo que lo mataría si se negaba a terminar su relación.
Los siguientes dos esposos de la mujer en la década de 1970 fueron los colombianos Alberto Bravo y Darío Sepúlveda y tuvieron un final fatal.
Junto a Bravo se vinculó en Nueva York al mundo criminal y emprendió el tráfico de drogas desde Colombia. Una versión indicó que Blanco mató a Bravo en un bar en Colombia cuando lo descubrió con otra mujer y otra que lo asesinó en esa nación porque le habría robado ganancias del narcotráfico.
Sepúlveda fue asesinado en Medellín luego de que intentó llevarse al hijo de ambos, Michael Corleone, el cuarto de la colombiana.
Por eso, el mote de La viuda negra remitió a un tipo de arañas: tras copular, la hembra devora y mata al macho.
Asentada en Florida, fue acusada en 1975 con un grupo de delincuentes de delitos federales por conspirar con drogas, pero huyó a Colombia. A finales del decenio de 1970 consiguió retornar a Miami y se involucró en la violenta crisis que sacudió a esa ciudad y se le conoció como “las guerras de los vaqueros de la cocaína”.
Para evadir el incesante asedio policial en Miami, Blanco huyó en 1984 a California, donde vivían sus Uber y Osvaldo controlaron en ese tiempo parte del narcotráfico.
Detenida en 1985 en Santa Ana, California, por la DEA, agencia antidroga de EU, permaneció 20 años presa.
Para eludir acusaciones de homicidio que la habrían llevado a la pena de muerte en la silla eléctrica en Florida, pactó en 1998 con los fiscales: se declaró culpable de tres asesinatos cometidos por sus sicarios, se salvó de la condena a muerte y recibió una sentencia de 20 años de cárcel, de los que había conmutado 13 y en 2004 quedó libre.
Blanco fue deportada ese año a Colombia, por lo que, a sabiendas de que su país natal le esperaba un ejército de enemigos, intentó perder su rastro.
Pero una tarde de septiembre de 2012 cayó asesinada en una venganza al salir de una carnicería de Medellín a la que acudió de compras. Un hombre a bordo de una motocicleta la esperó en la esquina del comercio descendió del vehículo, se le acercó, desenfundó un arma de fuego, le disparó dos veces directo a la cabeza y, tranquilo, caminó hacia la motocicleta y huyó.
Blanco murió ese mismo día en un centro de salud… y nació la leyenda criminal.
Reinas
Acostumbrada al bajo perfil, la guatemalteca Marllory Dadiana Chacón Rossell, nacida el 4 de octubre de 1974 en Ciudad de Guatemala, emergió en 2012 como sorpresiva figura pública. Por sus manejos ocultos en Centroamérica, quedó identificada por EU como La reina del sur.
El Departamento del Tesoro de EU la clasificó en 2012 como “la lavadora de dinero más activa de Guatemala” y como una de las más eficientes proveedoras de la cocaína procedente de América del Sur a los cárteles mexicanos. Aunque en un inicio trascendió que se entregó a EU en 2014, en un juicio en esa nación en 2016 se confirmó que fue en 2012.
Chacón operó en narcotráfico para el Cártel de Sinaloa, uno de los más peligrosos y poderosos de México, y otras mafias mexicanas con un entarimado de firmas privadas para “lavar” dinero en Guatemala, Honduras y Panamá, y en 2015 fue condenada a 12 años de cárcel.
Chacón primero obtuvo que, en vez de 26 años de prisión por narcoactividad, se le impusieran 12 que fueron rebajados a cinco. Así quedó libre bajo fianza en 2019 en Florida al reducir su sentencia por colaborar con el gobierno y con la justicia de EU para incriminar a poderosos capos centroamericanos.
Otro reinado clave fue el de la nicaragüense Tania Zaleska Solís Castillo como La reina de las anfetaminas con dos instancias no estatales de fachada: Fundación para el Desarrollo hacia una Vida más Digna, de Nicaragua, y Fundación Eventos por Amor, de Guatemala.
La Policía de Nicaragua comenzó a perseguirla en 2009 tras un decomiso en ese país de más de cuatro millones de pastillas de éxtasis o “droga del amor”, producidas con precursores químicos importados de Bangladesh y Singapur a Nicaragua y Guatemala, para enviar a EU.
Capturada en 2012 en Guatemala cuando tenía 31 años, fue extraditada en 2014 a Nicaragua y ese año se le halló culpable de transporte internacional de estupefacientes y crimen organizado y recibió una condena de 28 años de cárcel.
¿Son jefas?
Aunque las investigaciones policiales y judiciales exhibieron a estas y otras mujeres como jefas de aparatos criminales, la abogada hondureña Arabeska Sánchez, consultora independiente y especialista en seguridad y violencia, aseguró que “los roles que se han estado describiendo demuestran que cumplen perfiles secundarios en esas estructuras”.
“La realidad es que los hombres son los líderes. Las mujeres cumplen papeles secundarios como esposas, primas, hermanas, sobrinas, tías o parientes de alguien que es hombre y que realmente encabeza esas estructuras”, dijo Sánchez a este diario.
“Prolifera el machismo. Las mujeres cumplen funciones de testaferros y cuidan bienes de un hombre. Son tareas secundarias, lo que tampoco significa que no participen en los principales actos criminales”, añadió.
Un ejemplo de organigrama vertical masculino fue la familia Corleone, cuya historia en EU, Italia y Cuba quedó plasmada en la novela El Padrino, de 1969 y del escritor estadounidense Mario Puzo, y que en 1972 irrumpió con la saga cinematográfica del mismo nombre a la que la colombiana profesó fanatismo.
Por eso, bautizó a su cuarto hijo como Michael Corleone Sepúlveda Blanco.
EL UNIVERSAL