Las fronteras de México con Estados Unidos han sido, desde hace años, escenario de historias desgarradoras de migrantes que buscan un futuro mejor. Sin embargo, detrás de esas travesías se ocultan traumas que marcan la vida de quienes cruzan el país en condiciones extremas. Organizaciones ciudadanas han lanzado una alerta ante el creciente número de migrantes que presentan trastornos psicológicos, como el Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT), una respuesta a los secuestros, abusos y explotación a los que se ven expuestos.
El Servicio Jesuita de Refugiados (SJR), una de las organizaciones que asiste a estas personas en la frontera norte, ha reportado un incremento de casos de TEPT, especialmente entre aquellos que han sido secuestrados en su trayecto. “Lo que más detectamos son los secuestros. Es inevitable encontrarnos con estas historias, pues la mayoría de las personas con las que tratamos han pasado por esta situación”, explica Sara Villegas Torres, abogada del SJR en Ciudad Juárez.
Tan solo en el mes de julio, Chihuahua fue testigo de dos secuestros masivos que involucraron a 36 migrantes, según la organización Alto al Secuestro. Estos hechos forman parte de una tendencia alarmante: en 2023 se registraron 772 secuestros de migrantes, lo que representa un tercio del total de casos en el país.
Las secuelas psicológicas de estos eventos son devastadoras. Cindy Vázquez, una migrante hondureña, relató cómo fue secuestrada junto a su grupo por un cártel delictivo. “Pensábamos que era la Policía o Migración. Pero cuando nos subieron a un carro, supe que estábamos secuestrados”, cuenta. A partir de ese momento, su vida y la de su familia dependieron del pago de un rescate de 10 mil dólares. El impacto emocional de ese episodio la marcó profundamente: “Nosotros solo queríamos llegar a un lugar mejor, pero después de lo que vivimos, no me quedaría en México”.
Además de los secuestros, la muerte también acecha a quienes intentan cruzar. Roxana Yamilet Velázquez, originaria de El Salvador, vivió una tragedia mientras cruzaba el desierto mexicano con sus primos Diego y Adriana. Las temperaturas extremas y la falta de agua potable provocaron la muerte de Adriana. “El calor era insoportable, el agua hervía en las botellas. Mi prima no pudo resistir”, recuerda Roxana con dolor.
Este incremento de migrantes, que en la primera mitad de 2023 superó las 712 mil personas, según datos de la Unidad de Política Migratoria del Gobierno mexicano, no solo pone en evidencia las condiciones inhumanas a las que se enfrentan, sino también el abandono psicológico en el que quedan atrapados. Las experiencias de secuestro, muerte y violencia generan cicatrices que no solo afectan su bienestar mental, sino que también condicionan su capacidad de seguir adelante en su búsqueda de un futuro mejor.
En este contexto, organizaciones como el SJR y Alto al Secuestro exigen mayor atención por parte de las autoridades para proteger los derechos humanos de los migrantes, y ofrecer apoyo psicológico a las víctimas de estos crímenes. El desafío no es solo brindar seguridad, sino también atender las secuelas invisibles que cargan aquellos que sobrevivieron.